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Centro_de_Memoria_Paz_y_Reconciliacion_Naturaleza-comun-relatos-de-no-ficcion-de-excombatientes-para-la-reconciliacion-2021.txt
UN LECTOR | |
DE LA | |
NATURALEZA Laura Torres Cano Naturaleza | |
común Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación 1 Naturaleza | |
común Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación NATURALEZA COMÚN Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación Ministerio de Cultura | |
Instituto Caro y Cuervo Alcaldía Mayor de Bogotá | |
Secretaría General | |
Alta Consejería para los Derechos de las Víctmas, la Paz y la Reconciliación | |
Centro de Memoria, Paz y Reconciliación Felipe Buitrago Restrepo Ministro de Cultura Carmen Millán de Benavides Directora del Instituto Caro y Cuervo Claudia Nayibe López Hernández Alcaldesa Mayor de Bogotá Margarita Barraquer Sourdis Secretaria General Carlos Vladimir Rodríguez Valencia Alto Consejero para las Víctimas, la Paz y la Reconciliación Jose Darío Antequera Guzmán Coordinador del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación 2 NATURALEZA COMÚN Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación Coordinación creativa Juan Álvarez Asistentes de investigación y edición Christian Rincón | |
Andrés Castaño Ilustradoras Lisa Colorado | |
Segio Román Portada Sergio Román Edición digitial, marzo de 2021 | |
Editorial Lectores Secretos | |
Colección Plumas de aserrín | |
ISBN: 978-958-49-1845-1 El contenido de este volumen digital de relatos de no ficción no representa la opinión | |
del Instituto Caro y Cuervo o del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, entidades | |
gestoras del laboratorio creativo a partir del cual estos relatos fueron escritos. 3 índice Un puñado de memorias Juan Álvarez 1. La espiral del caracol Disney Cardoso 2. Un lector de la naturaleza (homenaje) Doris Suárez Guzmán 3. Terrenos, territorios, poblaciones Manuela Marín 4. Mutatis mutandis Indira Cerpa Granda 5. Hojarasca y pólvora Lidia Alape 6. Encuentros con fauna Isabela Sanroque 7. De la ciudad a la selva Suan Sánchez 8. Hormigas guerrilleras Yira Rivera 9. Los secretos para llegar al monte Karen Pineda 10. Nuestros años en la mata Gregory Morales 11. Mucha lora he dado en el río Guayabero Jose William Parra 4 Un puñado | |
de memorias Juan Álvarez En el primer semestre de 2018, cuando iniciaba la Maestría en | |
Escritura Creativa del Instituto Caro y Cuervo, junto a nuestras colegas de la Maestría en Estudios Editoriales diseñamos | |
una serie de talleres de escritura y edición comunitaria que | |
conseguimos llevar a las Bibliotecas Públicas Móviles, espacios | |
que, en ese momento, la Biblioteca Nacional de Colombia | |
sembraba y gestionaba cerca de las llamadas Zonas Veredales | |
Transitorias de Normalización (ZVTN), luego convertidas | |
en Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación | |
(ETCR), lugares rurales destinados a facilitar la reincorporación | |
de los excombatientes a la vida civil luego del Acuerdo de Paz. | |
Aquellos talleres estuvieron orientados por una premisa | |
simple: la urgencia. En cuatro días de trabajo, las veinte personas convocadas para cada taller, entre pobladores | |
del municipio y excombatientes, definían un relato o un | |
pronunciamiento, | |
lo escribían, | |
lo editaban y encontraban y producían un mecanismo ágil de publicación de tal | |
modo que dicha publicación, urgente y rústica, empezara a | |
circular allí mismo en la vereda al final de aquel cuarto día. 5 Hicimos murales, folletos, pasquines, cartoneros cosidos, | |
sellos de cartón y madera, llevamos los materiales para | |
hacer hectógrafos, los ensamblamos allí y los empleamos | |
para hacer la reproducción de las publicaciones. Esto ocurrió en las veredas de La Variante (municipio de Tumaco, Nariño), Andalucía (municipio de Caldono, Cauca), | |
Carrizal (municipio de Remedios, Antioquia), Buenavista | |
(municipio de Mesetas, Meta), La Carmelita (municipio de | |
Puerto Asís, Putumayo) y en el corregimiento de Santuario | |
(municipio de La Montañita, Caquetá). Por una razón u otra, no fueron muchos los excombatientes que asistieron en comparación con los pobladores de cada vereda. Llegamos a tener, sin embargo, | |
en el taller de Mesetas, un grupo donde se encontraron | |
firmantes de paz junto a soldados y policías activos. Con | |
esta experiencia, tras corroborar cuán escasos son los | |
relatos escritos por comunidades que han sufrido el | |
dolor causado por el conflicto armado colombiano | |
—relatos que apenas circulan en comparación con | |
los relatos noticiosos de orden público—, una serie de | |
preguntas, emparentadas aunque distintas, empezaron a | |
darme vueltas: ¿cómo había ocurrido que el medio ambiente había sido víctima, pero también beneficiario | |
paradójico, del conflicto armado? ¿Cómo había sido la | |
vida guerrillera de las FARC en las selvas del país para | |
que algo así de complejo hubiera ocurrido? ¿Era posible | |
reunir un puñado de memorias de trocha, montaña y | |
tensiones en torno a ecosistemas o geografías concretas? | |
¿Qué era lo que ellas y ellos habían visto, que nadie más | |
había visto? A lo largo del año 2019 y parte del 2020 hicimos varios | |
intentos por buscar aliados que facilitara un acercamiento | |
al partido Comunes (antes llamado partido FARC) y a | |
excombatientes interesados en escribir relatos de no | |
ficción sobre su experiencia en y desde la naturaleza. Hablé con excomandantes inclinados por la escritura como | |
Martín Cruz (Rubín Moro) o Luis Eliécer Rueda (Matías Aldecoa). Me acerqué al Consejo Nacional de Reincorporación. | |
Lo intentamos a través de la cooperativa de comunicaciones | |
NC Producciones, creada por firmantes de paz. | |
Todos estos acercamientos fueron difíciles y ninguno prosperó por una razón tan simple como escalofriante: es tal el asecho al que están sometidos cada uno de los miembros del partido Comunes, es tal la carga de estigma que seguimos arrojando | |
sobre ellos desde la sociedad civil, es tal la desidia y la sinuosidad | |
gubernamental frente al pacto de estado comprometido en el | |
Acuerdo de Paz, que a cualquiera de ellos le resulta imposible | |
encontrar tiempo y espacio mental para algo más que el esfuerzo de supervivencia al que han sido arrojados en medio | |
del asesinato de sus copartidarios, la búsqueda de un proyecto | |
productivo para continuar con sus vidas y el deber de declarar | |
ante la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP). A mediados de 2020, sin embargo, nos encontramos con el | |
Centro de Memoria Paz y Reconciliación dirigido por José | |
Antequera, y así como antes la idea inicial navegó entre frustraciones, a partir de entonces agarró un vuelo firme que ya | |
nada pudo detener. El CMPR no solo prestó una ayuda generosa para operar y hacer posible el laboratorio creativo que | |
juntos formulamos, sino que se constituyó en el interlocutor | |
intelectual que necesitábamos para comprender juntos, con | |
precisión, qué era lo que estábamos buscando hacer. Así tomó forma el horizonte conceptual que sustenta el trabajo | |
que aquí les presentamos: pensar la naturaleza como escenario | |
social complejo para el encuentro y la reconciliación; construir | |
la protección de la biodiversidad como consenso ecosocial en el | |
cual descubrirnos; ofrecer un puñado de memorias de excombatientes, vividas desde geografías distintas, como muestra de la | |
voluntad de hallar propósitos comunes. Leímos y reflexionamos alrededor de texto como La verdad de los ríos de Ignacio Piedrahita o La memoria secreta de las hojas de Hope Jahren. Nos resultó fundamental, para pensar la escritura como tejido reparador, el clásico de Herta Müller El | |
rey se inclina y mata. También trabajamos pasajes del libro Voces de Chernóbil de Svetlana Aleksiévich, donde ella se entiende | |
a sí misma como una “oreja humana”, método de escucha y | |
consignación de la experiencia vital de sus semejantes a partir | |
del cual algunas de las excombatientes decidieron avanzar sus | |
relatos en diálogo con Andrés Castaño y Christian Rincón, | |
estudiantes de la MEC y asistentes de investigación y edición | |
de este proyecto. Desde un principio, las firmantes de paz que | |
participaron en las sesiones de trabajo conectaron con la propuesta de escritura por una razón que ellas mismas enunciaron | |
así: “el 97% del tiempo en la insurgencia fue estar allí en la | |
naturaleza, no (en) el combate”. El volumen que acá presentamos está compuesto así por | |
once relatos finales que dan cuenta de formas y sensibilidades diferentes: un retrato póstumo de un hijo de campesinos | |
asombrosamente hábil en la percepción de los elementos | |
de la naturaleza; una memoria de adolescencia sobre los | |
juegos inventados en medio de lo rigores del monte para | |
lidiar con el miedo; un ensayo acerca de los territorios y | |
ecosistemas experimentados como teatros de operaciones | |
y diferenciados de acuerdo a las costumbres y prácticas de | |
sus pobladores; un conjunto de viñetas que recogen encuentros célebres de la guerrillerada con la fauna silvestre | |
en selvas y páramos; una meditación personal acerca de | |
lo elusivos que son los recuerdos de la naturaleza cuando | |
estos están atravesados por el peligro; una memoria sobre | |
el trasegar entre Casa Verde, el Vichada y el río Guayabero | |
en medio de tensiones con los colonos taladores de bosque; | |
una narración sobre la formación urbana y los anhelos de | |
llegar a los campamentos en las montañas; una evocación | |
del río Saldaña y de árboles como el totumo o el eucalipto 6 hecha desde el futuro de la flor de Jamaica; un balance del | |
tránsito de la ciudad al monte que es al tiempo el enfrentamiento a nuevos vocabularios y penurias; un recuerdo | |
de guerra tejido desde el comportamiento observado de | |
las hormigas; un recuento de tránsitos entre regiones que | |
fueron también escenarios pasados de diálogos de paz. Las ilustraciones que acompañan a cada uno de estos relatos | |
son obra de otras dos estudiantes de la MEC, Lisa Colorado y | |
Sergio Román. Así como los náufragos llevan siglos regresando con una | |
historia por contar, así este grupo de excombatientes tiene | |
para ofrecernos su experiencia vivida allí, en las entrañas diversas de una geografía que, quizás no sea tarde, podemos | |
recorrer como intento de reconciliarnos. 7 La espiral | |
del caracol Disney Cardoso (Con la colaboración de Christian Rincón) 8 de este poníamos varios caracoles. Yo sostenía otro caracol | |
en la mano, lo acariciaba con la punta de los dedos, lo calentaba en el agarre y luego lo tiraba al cuadrado para que | |
chocara contra cualquier otro allí. Una vida contra otra. Ganaba el que conseguía romper una de las conchas dentro del | |
cuadrado. Romper la espiral. * Yo me había intentado suicidar cinco veces. Eso antes de ingresar a la guerrilla. Y es que en mi casa pasaban tantas cosas. | |
Mi hermana, por ejemplo, no me quería, y cuando mi mamá | |
se iba durante semanas y semanas con su pareja, ella tomaba el | |
control y me sacaba de la casa. Durante esos días, yo tenía que | |
dormir encima de un árbol de mango. Las noches, los días, el | |
agua, el calor, es increíble cómo el desamparo se adapta a cada | |
situación. Por esa razón, cuando la guerrilla pasó junto a mi | |
casa, yo corrí detrás de ellos para que me llevaran. El comandante que encabezaba la marcha dijo que yo estaba muy pequeña, pero le insistí que ya tenía quince años, que no me iba a | |
arrepentir nunca de haberme ido. Les conté todo lo que pasaba | |
en mi casa, los días y las noches, y finalmente accedieron. No | |
quise mirar atrás. * | |
Aún hoy recuerdo a Gato con mucho detalle. Achico los ojos | |
y lo veo junto a mí: el tenía el cabello claro, los ojos verdes | |
acompañados de abundantes pestañas; recuerdo sus muchas pecas y su nariz que despuntaba en una pequeña bola capaz de | |
predecir los arrebatos del clima. Su hermana, que para efectos | |
prácticos le llamábamos la Gata, era mucho más baja que él y | |
llevaba el pelo a la altura del hombro. Ambos compartían las pecas y la trinchera y era raro no verlos juntos a cualquier hora del | |
día. Sus colmillos sobresalían y tal vez por eso no sonreía casi. Seis meses después de ingresar a la guerrilla conocí a Gato. | |
Esa primera vez nos vimos en la Llaneta, una vereda cercana | |
a Marquetalia. Asistíamos a un entrenamiento para los nuevos | |
reclutas y tanto él como yo estábamos cubiertos de barro, de | |
pies a cabeza. No nos dejábamos de mirar, intuyendo cierta | |
complicidad o quizás la soledad común de quienes llegamos de | |
manera temprana a la guerrilla. Al acabar la tarde, nos fuimos | |
a bañar en uno de los ríos que estaban cerca. Comenzamos a | |
hablar mientras el agua nos iba aclarando el rostro y ahí mismo supimos que seríamos amigos. Teníamos quince años y no | |
parábamos de reír y de correr por entre un paisaje que se nos | |
revelaba a través del juego. * Una tarde, mientras hacíamos chontos—cavar en la tierra | |
para hacer un baño en medio de la selva—vimos por primera | |
vez los caracoles. Eran tan grandes como una moneda y en | |
su concha había un espiral que se retraía lentamente hasta | |
culminar en un centro que quedaba fuera de la vista. Gato | |
y yo nos miramos y comenzamos a acumularlos en las manos y a tirárnoslos. Arrojar y evadir, reír, volver a arrojar. | |
En ese momento, a Gato se le ocurrió el juego con el que | |
atontaríamos muchos de los días que le siguieron a ese. Era | |
simple: trazábamos sobre la tierra un cuadrado y dentro 9 Gato, en cambio, reía a la mínima oportunidad. Lo recuerdo | |
con el caracol en la mano y su mirada nerviosa cuando estábamos frente al comandante. —¡Camarada Betty! Ustedes saben que no se pueden seguir | |
comportando como niños. y al día siguiente los volvía a coger un poco más arriba en su | |
escape lento para retomar el juego. La primera vez que fui al polígono y vi esos círculos cerrándose sobre un centro pensé de nuevo en el caracol y el disparo | |
salió recto. Crecer es salir del centro e ir hacia afuera. —¡La camarada Betty hace mucho desorden! —¡La camarada Betty se comporta como una niña! —Usted es una señorita, no es un niño; Betty, usted es una | |
se-ño-ri-ta. —Está sucediendo que hay camaradas muy indisciplinados. | |
Un paso al frente la camarada Betty. Y yo daba el paso. —¿Qué les está haciendo falta? ¿Quieren que les traigan muñequitas para que se comporten bien? ¿Por qué se están portando así? —Hay que ponerle orden a la vida. Voy a leerles el reglamento de nuevo. Nos leían una y otra vez las normas y después de repetirlas | |
en voz alta nos castigaban. Traer leña o estar de guardia en el | |
cepo. Gato me miraba y contenía la risa. * Aquellos años se revistieron de una felicidad inesperada | |
gracias a los caracoles. Los tenía en los bolsillos, en las manos, | |
los dejaba pegados sobre la corteza del árbol durante la noche 10 * Ese primer año en las FARC fue muy duro. Recordaba | |
a mi mamá constantemente, a pesar de que nunca estuvo | |
presente y de que nunca me apoyó cuando más la necesité. | |
Cada noche lloraba porque todo de lo que había escapado | |
me estaba comenzando a faltar de otro modo. Procuraba no | |
hacer ruido y me limpiaba las lágrimas tan pronto como salían, pero la memoria era una cosa abierta que me llenaba | |
de promesas y decepciones. Arrojar y evadir, reír y llorar, | |
volver a arrojar. * Recuerdo que los martes y miércoles nos repartían dulces | |
o cigarrillos. Como yo no fumaba, elegía los dulces que | |
después utilizaba con Gato para apostar. De vez en cuando | |
se agrandaba el grupo con otros niños, pero por lo general | |
acabábamos jugando sólo los tres. De tanto ser castigados | |
y regañados en público o en secreto, los demás preferían | |
mantener su distancia porque le tenían miedo a las penitencias que nos ponían cada tanto los comandantes, así que | |
el Gato, su hermana y yo fuimos una espiral que se cerraba | |
sobre sí misma. * La naturaleza en la que estuve rodeada era fría, de árboles | |
frondosos y grandes. Yo había aprendido a distinguir muchos | |
tipos de verdes y a recordar algunos nombres de los árboles en | |
esas largas expediciones que hacíamos: guamo, cucharo, guásimo, arrayán y bejucos. Cuando acabábamos nuestros deberes, | |
y a veces antes, Gato y yo nos subíamos a la copa de los árboles | |
y nos balanceábamos para sentir miedo. Éramos rabiosamente | |
felices y no nos importaba caer porque nos iba a pasar igual, | |
pero en la guerra, y mejor que nos pasara por decisión que | |
por accidente. Ensayar el error. Me recuerdo trenzando las | |
ramas para caminar entre los árboles, recuerdo a Gato bajando una copa de un árbol con su peso y a la Gata subiéndose | |
con afán. En una de esas tantas veces, ocurrió que la Gata no | |
se pudo sostener bien y el peso del árbol la mandó a volar | |
sobre un moral. Las pequeñas espinas se le habían incrustado | |
en el rostro y en las piernas, y mientras se las sacábamos, ella | |
casi desmayada, Gato y yo nos reíamos de pánico. * Supe que mi hermana también había ingresado a la guerrilla | |
poco tiempo después de que yo me hubiera ido. Yo estaba en el | |
frente 21 y ella en el bloque Daniel Aldana. Durante veintidós | |
años no nos vimos. De vez en cuando nos llegaban vagas noticias, | |
la una de la otra, pero no fue hasta que el proceso de paz finalizó | |
cuando sucedió el reencuentro. Cuando nos vimos, nos abrazamos casi por instinto y estuvimos de acuerdo en que habíamos | |
sobrevivido tanto tiempo por las oraciones de nuestra mamá. La | |
palabra que cuida, que oculta, que encuentra. Ese largo viaje había | |
terminado. Iríamos de nuevo a casa. El Gato y la Gata acabaron | |
en la guerrilla porque se habían quedado sin padres. Los papás | |
de ellos eran conocidos por haberse dedicado a la magia negra. | |
Cuando la guerrilla les arrebató los libros de hechicería con los | |
que ellos trabajaban, Gato conservó uno en secreto. Durante | |
un año, lo llevó escondido en el fundillo de la ropa interior o entre las botas, hasta que un día, jalado quién sabe por qué | |
deseo, quiso llevar a cabo un conjuro. Se propuso conseguir | |
tres corazones de gallina negra, tres corazones de golondrina | |
y otros elementos exóticos. Tanto él como yo sabíamos que | |
ese tipo de cosas no estaban permitidas. Cuando los camaradas | |
comenzaron a sospechar y dieron con el libro, se lo quemaron | |
frente a sus ojos. Entre la rabia y la tristeza, Gato fue castigado | |
con severidad a llevar doscientos cincuenta viajes de leña. Yo | |
pedí acompañarlo para suavizar su pena y en uno de esos viajes | |
me dijo, soltando la madera al suelo: —Vámonos, Betty. La Gata y yo nos vamos a ir. —No, no puedo. Aún tengo mucho que perder. —Yo sé que usted no le va a decir a nadie. Negué con la cabeza, cogí la leña que estaba caída y les di la | |
espalda sabiendo que no los iba a volver a ver. Horas después, los compañeros salieron a buscarlos, pero | |
ellos les llevaban ya mucha ventana. Supe de otros que esa misma noche se habían enfrentado con sus fusiles a muchos de sus | |
antiguos camaradas para salvar su vida y después de un largo | |
combate, escaparon ilesos. * Mi nombre de guerra era Betty y el que me puso mi mamá es | |
Pabliny. Para no olvidar el tránsito, yo llevaba un cuaderno en | |
el que iba escribiendo todo lo que me iba pasando. No olvido | |
que, a los veinte días de haber llegado, Gato me regaló una libreta que al poco tiempo se me ahogó. Más se demoró el río en | |
llevársela que yo en buscar otra, porque de uno u otro modo, yo | |
siempre encontré la forma de pasar al papel mis pensamientos. 11 * La lucha también la libré adentro. A solas conmigo. Siento | |
la brisa que baja desde el monte y pienso que también soy | |
esa llovizna que me limpia la cara, soy este AK-47 al que | |
me aferro sin fuerza, porque han pasado los años y también | |
estoy del otro lado del fuego, pero también estoy aquí. Soy | |
un árbol, que aparentemente no se mueve pero va contando | |
su historia tranquila debajo del suelo. Es mi manera de llegar | |
más rápido a casa, de decirle a mi mamá que ya estoy cerca, | |
que me cure las manos, que me bese la frente, que me diga | |
que no estoy tan sola y perdonarnos el silencio de haber | |
llevado otros nombres. Vencer o morir, dice la consigna. | |
Vencer muriendo, digo yo que ya estoy aquí, más lejos. —¿Y usted para qué escribe esas pendejadas? —me preguntaba Gato. —Para que no se me olvide. —Usted está loca porque no se acuerda de las cosas. Pero lo que yo cargaba en esos cuadernos no era mi | |
memoria, sino mi corazón, que es otra forma de volver | |
hacia atrás y hacia adelante. Recuerdo que muchas veces | |
tuve que escribir a escondidas en hojas que iba guardando | |
en bolsas para que no se mojaran cuando pasaba por los ríos | |
y las quebradas. Incluso, le había sacado un bolsillo nuevo | |
a la maleta para que, en las revisiones que nos hacían, no | |
encontraran nada. El último cuaderno que tuve y aún conservo lo conseguí por | |
medio de Guzmán, que fue mi pareja durante muchos años y | |
que era el encargado de darnos la dotación. Él me pedía que le | |
ayudara a llevar el registro de las cosas que se entregaban y yo | |
aprovechaba para pedirle que me trajera más cuadernos. Un día, cuando me preguntó por ellos, yo le dije que se | |
me habían mojado y él no volvió a reparar en ello, aunque | |
en el fondo supiera lo que hacía. Cada hoja era una impresión, un paisaje inacabado en mis ojos que sobrevivía en | |
mi mano, escribiéndolo, comentándolo, de suerte que el | |
cuaderno tiene en cada hoja un título distinto: Tatiana, los | |
besos, las nubes, entre ramas, nombres de flores, frailejón. * | |
—Camarada Betty, ¿de nuevo jugando con los caracoles? 12 UN LECTOR | |
DE LA NATURALEZA (homenaje) Doris Suárez Guzmán 13 Rollito reconocía | |
la naturaleza convulsa y | |
silenciosa. | |
Identificaba el suave y lejano rumor de los árboles y los diferentes olores del verde con tanta naturalidad que contrastaba | |
con su reticencia para la lectura y la escritura. Yo, en cambio, nací con el sentido de orientación extraviado. Soy poco | |
perspicaz, desconozco el arte de observar. Para mí los árboles | |
no tenían personalidad, no podía diferenciarlos a pesar de que | |
me esforzaba en ubicarlos por algún rasgo que me sirviera de | |
referencia. Para mi eran simplemente ese techo verde con todos sus matices. Un techo a veces exageradamente alto que nos | |
protegía en la guerra como una enorme cobija, y que no nos | |
dejaba ver el cielo. Uno de los pocos camaradas cercanos a Rollito —y que | |
aún sobrevive— es Octavio, que me ayudó aquí a recordar. | |
Empezó un tanto nostálgico con sus evocaciones. Ambos | |
tuvieron una relación muy cercana a pesar de ser jerárquica. Octavio tejió con Rollito una relación de amistad más | |
que de subordinación. Admiraba de Rollito esa especie de | |
don natural y montaraz que le permitía saber si las personas | |
eran honestas o si solo les motivaban intereses personales. | |
Aunque parecía estar a medio camino entre la inocencia y | |
la astucia, era difícil engañarlo. Una tarea fundamental en la guerrilla es saber ubicarse | |
en el terreno, hallar una posición dominante para enfrentar o replegarse sin quedar en desventaja ante el enemigo. | |
Algunos mandos tenían mapas, coordenadas y brújulas | |
para ubicarse. Nosotros teníamos a Rollito, nuestro faro, | |
el rastreador inagotable que exploraba en el día y en las | |
noches nos guiaba por las trochas. Los mandos le consultaban a menudo, “¿Dónde cree que podemos ubicar el | |
campamento?”. Rollito siempre tenía la respuesta precisa | |
porque el terreno estaba grabado en su cerebro. Incluso | |
sin una luna gorda que nos acompañara, con neblina, con | |
lluvia, en el lodo y sin alumbrar con la linterna, era capaz Analfabestia, burro, torpe, bruto, ignorante. Si usted pertenece a la generación de la guayaba sabe que estos calificativos, que horrorizarían a un pedagogo moderno, eran | |
usados contra las personas a quienes el asunto de leer y | |
escribir no se les daba. Años después descubrí que la única | |
forma de leer no es con los signos gráficos que aprendemos en la escuela. Existen muchas maneras de leer. Existen | |
personas que, lejos de ser brutas, han desarrollado otro tipo | |
de habilidades que la mayoría de los letrados no tenemos. | |
Lo digo especialmente por Rollito, ‘El gordo’, ‘Roger’ o | |
‘Tomate’, como lo llamábamos en el campamento dependiendo del sentido del humor o la urgencia del momento. | |
Yo prefería decirle Rollito, y ahora que quiero recordar a | |
este hijo de campesinos, sencillo, humilde y macizo como | |
un árbol pequeño, seguiré diciéndole Rollito, mi Roger. | |
Él, iletrado, era un lector instintivo y avezado de la naturaleza. Sus ojitos felinos leían de corrido y sin vacilar los | |
aromas de las plantas, el canto de los pájaros, el grosor de | |
los árboles, el tamaño de las piedras; una cantidad infinita | |
de signos sutiles que mis ojos alfabetos dejaban escapar. 14 de orientarse en el terreno más quebradizo y peligroso. | |
Su memoria geográfica era asombrosa, vivía en estado de | |
alerta, siempre en guardia. Nunca dudaba, o si lo hacía, | |
lo disimulaba bien. Cuando nos movíamos en terreno desconocido o inseguro | |
ni siquiera podíamos prender una de aquellas linternas mini | |
maglite, pequeñitas, muy finas, a la que se le puede graduar el | |
chorrito de luz. Los que no teníamos linterna usábamos unas | |
hojitas que alumbraban de manera muy tenue. Se la poníamos | |
en la espalda al camarada que nos precedía y avanzábamos | |
en silencio. | |
—Ya casi llegamos, monita —me susurraba Rollito, aunque yo sabía que era para darle ánimo a mi cansancio. Entonces le preguntaba, un tanto molesta: —¿Y cómo lo sabes? No se ve un carajo y nunca habíamos cogido esta trocha. —Por el olor —decía con la mayor naturalidad. —¿El olor de qué? Del aire mismo de la hierba creciendo, de las hojas, de las | |
trochas, del suelo. Rollito no me contestaba. Todo esto del | |
olor vine a entenderlo después. Confiábamos en la certeza de su olfato que olía hasta | |
el vacío. Confiábamos en sus manos gruesas y resistentes | |
como tenazas, las mismas con las que despescuezaba una | |
gallina para el almuerzo, amasaba cancharinas —especie | |
de pan guerrillero— o enjalmaba con suavidad a una bestia vieja y cansada con la que se habían encariñado los | |
guerrilleros. Algunas veces apretaba el puño y me decía: —Monita, si es capaz de abrirme la mano, cuando vaya | |
donde Rosita le traigo una arepa con quesito. ¡Qué va! Por más que pujaba y ponía mis dos manos y | |
el cuerpo y hasta intentaba hacerle trampa con cosquillas, | |
nunca logré abrírselas. De todas maneras, me traía una arepa | |
cuando podía, porque Rosita, una campesina de la región, | |
nos quería mucho. Era una relación casi familiar que había | |
establecido especialmente con tres de nosotros, pero como | |
no le alcanzaba para darnos a todos, nos llamaba aparte y nos | |
daba la prueba de un trozo de cerdo con arepa, o de algún | |
sabroso bocado, lo que para nosotros era un tesoro. | |
La mayoría de la comunidad fariana es de origen campesino, por eso cuando una persona ingresaba a las FARC-EP | |
se le preguntaba por su nivel de escolaridad. Si era iletrado, | |
se le esgrimía una de nuestras consignas: “El primer deber | |
de todo revolucionario es aprender a leer y escribir”. Eso | |
significaba que la persona debía dedicar varias horas adicionales al día a este ejercicio. Pero Rollito nunca aprendió. Era | |
tan sagaz que logró ocultarlo. Reconocía las letras aisladas, | |
las ponía al derecho y las miraba a distancia, con rostro de | |
gran concentración. —Me arden las vistas—respondía cuando algún campesino | |
tan iletrado como él le pedía el favor de que le leyera algún | |
escrito. Con ese pretexto le alcanzaba el papel a uno de sus | |
camaradas: —Léale esto al compañero que me están ardiendo las vistas | |
—volvía a repetir. No leía frases, pero Rollito leía la naturaleza con toda su | |
puntuación, sin titubear. Leía con todos los sentidos y con | |
uno adicional: el de la malicia, para el cual le servía aprender palabras nuevas. Cuando | |
lo nombraron palafrenero 15 del campamento, primero preguntó con disimulo el significado de la palabra, y luego la ostentaba orgulloso, especialmente para descrestar a los campesinos. Los seres humanos somos nombradores por naturaleza. Los | |
guerrilleros aún más. Lo rebautizábamos todo. Ya supondrán | |
a qué se debían los remoquetes de ‘Gordo’ o ‘Rollito’. En cambio, el de ‘Tomate’ surge del afán de Rollito de querer pasar | |
desapercibido cuando tenía que civiliar, es decir, conseguir | |
provisiones, hacer encargos o simplemente atender a alguien | |
del trabajo organizativo o político de la organización. Vestir | |
como los campesinos, que a veces usaban colores llamativos, | |
era algo que parecía sensato, pero ponerse una camisa de color | |
rojo encendido pretendiendo mimetizarse, esa fue otra vaina. | |
En la distancia, los guerrilleros veían cómo una bolita roja | |
iba emergiendo en el camino junto a otros punticos negros y | |
luego, cuando se podían distinguir mejor, descubrían que era | |
Rollito, que en vez de mimetizarse se hacía más visible, con | |
su célebre camisa roja, algo de lo que él parecía no percatarse | |
pues muchas veces lo vimos pavonearse orgulloso de su capacidad de camuflarse. Octavio y otros camaradas lo veían en | |
lontananza y ese rojo vivo que rodeaba su barrigota despertó | |
en Octavio la metáfora. —Igualito que un tomate—. Todos lo celebraron en medio de carcajadas y así entre chanza y chanza ese remoquete | |
le quedó colgando. Roger era muy aceptado entre los civiles, le tenían aprecio, | |
confianza. Con su amabilidad y voluntad para ayudar cargando y partiendo leña, ordeñando vacas, echando rula, enjalmando bestias o ayudando a coger café. Mejor dicho, no le | |
tenía pereza al trabajo, y esa cualidad es muy apreciada entre | |
los campesinos. Por eso se ganó su cariño. La hija de unos colaboradores que tenía cierto retraso mental, cada vez que lo veía 16 lo abrazaba con una contentura que no disimulaba. Los padres, conocedores de las normas de respeto que había en la | |
guerrillerada, lo asumían sin ninguna malicia. Una vez Octavio, su jefe, los vio conversando. Se les acercó despacito y oyó | |
que la muchacha le decía: “Hágase el zorro que yo lo rasco”. | |
Al verse sorprendido, Roger empezó a justificarse: —Ay, camarada, qué pena con usted. ¿Estaba escuchando? Le | |
juro que no tengo nada con esta muchacha. La he respetado, | |
ella dice que se quiere casar conmigo, pero yo no he hecho | |
nada, camarada. Desde entonces, cada vez cada vez que Octavio lo quería | |
hacer achantar le decía hágase el zorro que yo lo rasco, y | |
Roger se ponía rojito y se escabullía del grupo en cuanto le | |
era posible. Como a la mayoría de los guerrilleros, a Rollito a veces le | |
agarraba la nostalgia pensando en su familia. Creo que era la | |
única raíz con la que se tropezaba de vez en cuando. Especialmente cuando estaba en la avanzada. Alejado del campamento | |
y con el valle al fondo, tendidos boca arriba, muy cerquita del | |
cielo abrazado de nubes caprichosas, contemplábamos el batir | |
de alas de los colibríes y casi sentíamos su corazón acelerado | |
como en un eterno orgasmo. Entonces hablaba un poco de su | |
infancia, de sus sueños y yo le confesaba mi miedo de no volver | |
a encontrar el camino cuando me enviaban a realizar alguna | |
misión. “¿Cómo haces, Rollito?”, le preguntaba. “Para mí todos | |
los pinos son iguales”. Él con paciencia empezaba a tocarse su | |
bigotico incipiente. Tenía treinta y cinco años y era un guerrillero curtido y valeroso. Ese bigotico, sin embargo, lo hacía ver | |
como un niño curioso y travieso mientras me describía todas | |
las señales que era capaz de leer en la naturaleza. Qué daría hoy | |
por haber podido tomar notas o haber grabado sus múltiples | |
lecturas del paisaje. Nunca lo escuché cantar, pero se sabía todos los corridos de | |
Antonio Aguilar que hablaban de caballos. Le gustaba galopar, | |
aunque pocas veces podía hacerlo. Le gustaba observar caballos | |
y a veces le pedía a algún campesino que le dejara amansar. Al | |
principio, las bestias de los campesinos las pedíamos prestadas | |
o se les comprábamos. Cuando los paramilitares y el Ejército | |
lo detectaban, señalaban a los campesinos de colaboradores y | |
los asesinaban. Para evitarlo, se cambió de táctica. Empezamos | |
a recuperar las de los aliados de los paras y así se armó nuestra flotilla para transportar economía sin poner en riesgo a los | |
campesinos amigos. Rollito era el mejor palafrenero. Estaba pendiente de motilar las | |
bestias, darles vitaminas, tratamiento parasitario, miel de purga, | |
estaba atento a curarles las peladuras con neguvon. Las mantenía | |
bonitas y bien cuidadas. Arriarlas para un hombre ágil como él era | |
un juego, aunque a veces en voz baja pegaba sus madrazos cuando | |
se enterraban en los lodazales o eran retrecheras ante las trochas. | |
Obviamente, los guerrilleros—rebautizadores—les ponían | |
nombres a esas bestias de acuerdo a sus características. Por | |
ejemplo, a una de color amarillo y muy brava la llamaron ‘la | |
gringa’, porque se parecía a una guerrillera de cabello claro | |
que tenía fama de malgeniada. A un machito barrigón, algo | |
sonso pero bueno para la carga y el trabajo, le pusieron ‘el | |
pipelón’. (Aquí entre nos, a esa bestia también le decían en | |
voz baja Roger.) A otro de color moradito lo llamaron ‘el | |
moro’. Era muy bravo. Parece que al amansarlo le pegaron | |
mucho en la cabeza y motilarlo era muy difícil, pero Rollito | |
se daba sus mañas y con paciencia le amarraba una cuerda a la | |
jeta y lo motilaba. Era pequeñito y flojo, casi inútil, pero era | |
el consentido de los guerrilleros, les daba pesar echarle carga. | |
Y ahí estaba, en la tropa, recibiendo los mismos cuidados de | |
los demás. A Rollito le gustaba el guaro, estaba prohibido beber, pero él | |
lo hacía. Se daba sus mañas para que los civiles le alcahuetearan 17 y de vez en cuando le llevaran mediecita de aguardiente, que | |
rara veces compartía por temor a que lo reportaran y lo sancionaran. No volví a ver a Rollito. Estuve en prisión durante más de | |
una década, me enteré de su muerte por casualidad y aunque | |
ya habían pasado varios años de ello, me dolió como si recién | |
se hubiera ido. Su muerte se me confunde con las de miles | |
que murieron en esta guerra; un muerto de los que nadie se | |
entera. Pero aquí está mi testimonio de un iletrado sabio, un | |
amoroso lector de paisajes que ya regresó a la tierra donde | |
terminaremos todos. No volverá a sentir los árboles ni volverá | |
a guiarnos por las trochas. Aunque firmamos el Acuerdo de Paz con el Estado colombiano en 2016 para sentar las bases de una verdadera democracia y darle una salida civilizada al conflicto, mis camaradas | |
siguen muriendo asesinados. Y hemos decidido no volver a | |
la guerra y tratar de conquistar las transformaciones que soñamos por la vía política. Ahora que dejamos las armas, da | |
otro tipo de miedo. Pero da más miedo volver a la guerra. | |
Así que resistimos cada uno en el espacio que decidió para | |
afrontar esta etapa. Personalmente me reconcilia con la humanidad ver y sentir que, a pesar de un pequeño pero poderoso sector guerrerista, hay muchas más personas arropando | |
este maltrecho pacto de paz. Eso alegra y también contagia. Me hubiera gustado que Rollito estuviera aquí. Creo que | |
relatarlo es una forma de no olvidar a ese hombre iletrado y | |
sabio. Lo imagino escuchando embelesado la lectura y diciendo, “Monita, ¿usted escribió todo esto? ¡Qué tesa!”. Este escrito hace parte del duelo que no hice. También es | |
mi sincero homenaje a los que han caminado conmigo y han | |
abierto, para mí, otras páginas, otras formas de leer el mundo. terrenos | |
territorios | |
poblaciones Manuela Marín 18 Esos primeros viajes, todos cortos, me adentraron en un | |
muy resonado terreno, conocido por ser el más grande del | |
mundo en su categoría y por privilegiar, con la garantía de | |
la vida, al centro entero del país. El páramo del Sumapaz, | |
escenario histórico de lucha en procura de su preservación, | |
acogió varios frentes guerrilleros; sus innumerables trochas, | |
que aún lo atraviesan en distintas direcciones, dan cuenta del | |
incansable trasegar del que ha sido testigo. Al pensar en algo que resaltar del páramo llegan a mi mente | |
fotografías que reflejan su esplendor y la armonía de su composición; la misma vegetación se extiende tantos kilómetros | |
que la vista no alcanza a dimensionarla, ni siquiera cuando el | |
cielo es azul y el sol brilla y quema la piel al instante, mucho | |
menos cuando la espesa niebla cae, pues te impide ver a más | |
de dos metros de distancia cualquier cosa. Allí siempre fue fácil perderse, quedarse de las marchas o disgregarse, sobre todo | |
para quienes nacimos en las ciudades; fui advertida desde la | |
primera vez que caminé ese terreno, así que muchas veces me | |
abstuve de posar la mirada en los paisajes para estar al tanto del | |
compañero que caminada adelante. Luego de la firma del Acuerdo de Paz he vuelto un par | |
de veces, y aunque no me he adentrado en sus trochas y | |
caminos, he sentido el mismo olor a pasto y leche fresca. | |
Ya sin la presión de perder a mi compañero de adelante, he | |
alzado la mirada al detalle y en todas las profundidades que | |
permite ese paisaje abismante. Al fin pude tomar fotos, ya | |
no mentales, de los frailejones, lagunas y horizontes. Solo una hora después de dejar la zona urbana de la capital, en la Localidad de Usme, se pueden ver las casas, los cultivos, las ruanas y los cachetes rojos de sus habitantes y en | |
el primer contacto con ellas y ellos, en el primer saludo, se | |
percibe ya el ambiente de fraternidad y de lucha colectiva | |
que fructifica y sostiene esa región. Compañera, compañero, Dicen los expertos que la geografía colombiana es ideal para | |
la guerra, diseñada a la medida de las necesidades de la irregularidad. La guerra es, seguramente, la situación más extrema en la que pueden verse envueltos los seres humanos, | |
así que requiere de escenarios igualmente extremos. Para | |
cualquiera de los bandos enfrentados, el terreno tiene un carácter estratégico; de su conocimiento, manejo y capacidad | |
de adaptarse a él depende en gran parte el éxito o derrota de | |
los ejércitos. Gran reto supone entonces la contundencia de las tres cordilleras colombianas y las consecuentes geografías sociales que | |
conforman el mapa de nuestro país. La experiencia insurgente | |
es distinta a la de los ejércitos estatales, esto a pesar de que el | |
terreno, entendido como teatro de operaciones, sea el mismo. | |
La principal razón quizás sea el tipo de relación con aquello | |
que hace aún más particular cada territorio: la población que lo | |
habita y lo protege. La cordillera Oriental es la más extensa y ancha de Colombia, | |
ella traza límites, define climas, cosechas, vías de comunicación | |
y marca parámetros de vida y convivencia inquebrantables. Allí | |
ingresé yo a las FARC-EP. Esto ocurrió luego de conocer varios | |
campamentos cerca de Bogotá y de hacerme y responderme— | |
muchas veces—la pregunta de si realmente era capaz físicamente | |
de asumir el reto para el que moralmente estaba lista. 19 es el saludo común, seguido de un pocillo con tinto caliente | |
y la invitación a sentarse en el mejor lugar para charlar: la cocina al lado de una hornilla de leña y de los cajones del queso | |
que siempre hay en todo hogar paramuno. La vida cotidiana de la insurgencia en este territorio | |
siempre fue dura, por el frío agudo, las trochas por las | |
que había que transitar y entrar la comida, a veces de barro hasta las rodillas, y por la poca vegetación alta para | |
construir campamentos resguardados. Sin embargo, así | |
como las familias campesinas por siglos se adaptaron y | |
han aprovechado cada oportunidad que ofrece esta geografía singular, así la insurgencia también lo hizo, y a mi | |
generación, los unos y los otros le legaron aprendizajes y | |
métodos para vivir, trabajar, cultivar y luchar. El terreno, y las posibilidades que este nos brindó, nos | |
ubicaban en uno u otro lugar dependiendo de la tarea que | |
nos disponíamos a realizar. Los procesos de formación, que | |
implicaban concentración de personal para mantenerse por | |
días o incluso meses en relativa quietud, requerían de un | |
espacio amplio, cubierto y con diferentes sitios alternos para | |
instalarse. Así conocí la selva de la Orinoquía y en ella los | |
enormes campamentos e instalaciones hechas para tomar los | |
cursos que permanentemente se dictaban a diferentes unidades en rotación. Qué diferente se sentía pisar la esponja siempre húmeda | |
que cubre el páramo frente a la tierra árida y rústica del verano selvático; allí el calor húmedo no mengua, ni siquiera | |
en la noche, aunque pocas veces se toma el sol directamente, | |
por la espesa capa de hojas de muchas formas que lucen los | |
árboles grandes y frondosos que parecían eternos. En la selva se redefine el concepto de biodiversidad. Desde la teoría, la biodiversidad es una riqueza y un privilegio 20 que pocos países poseen, pero al enfrentarte a un terreno en | |
el que la cantidad impensable de especies de insectos te pican, muerden, queman y representan riesgos de enfermedades tropicales y múltiples dolores y molestias, ya no nos | |
sentíamos tan privilegiados. Enfrentar esta realidad no fue la | |
mayor preocupación de la insurgencia, por supuesto, pero si | |
un reto a tener en cuenta para aprovisionarse de medicinas y | |
elementos de logística necesarios. Mientras en el páramo la | |
cobija gruesa, que llamábamos peluda, era lo más importante | |
para dormir, en la selva lo esencial era un toldillo grande y | |
de tela tupida. Cobertura y protección encontramos siempre en los terrenos | |
selváticos, aguas de ríos grandes y pequeños caños, maderas muy | |
variadas que prestaban sus atributos para construir instalaciones | |
cómodas y limpias, un entramado de cordilleras, lomas y filos –– | |
montañas pequeñas–– que mucho provecho nos brindaron en | |
la causa de nuestra supervivencia. Y en medio de todo, siempre | |
hallamos población. Los relatos de las familias colonas son los relatos de la | |
exclusión histórica de nuestro país. Llegaron huyendo de | |
la violencia y el hambre y se vieron obligados a tumbar | |
montaña adentro, muchas veces solo con macheta y hacha | |
hasta arrancar la última rama y así poder sembrar comida | |
y pasto para los animales, y con la misma madera tumbada | |
construir su casita. Arduo trabajo familiar que con los años | |
se convirtió en pequeños fundos, en muchos casos distanciados por horas uno del otro. La cultura de las familias colonas es la cultura de la resistencia. | |
Se negaron a rendirse, aunque ello implicara iniciar una vida en | |
tierras inhóspitas. Construyeron vías de comunicación—igual | |
que lo hizo la insurgencia en muchas ocasiones y lugares—y | |
conformaron su propia normatividad comunitaria para convivir. | |
Finalmente entendieron que ante el abandono, las necesidades y los riesgos, solo el trabajo colectivo y solidario iba a ayudarlos a | |
preservar. Sin agua potable, luz eléctrica y mucho menos internet, en | |
esas zonas habitan familias e incluso personas solas para quienes éramos los visitantes más frecuentes. Esas condiciones, que | |
están muy lejos de significar ignorancia, y sí más bien conocimientos muy especializados aunque empíricos, nos enseñaron | |
que ‘dominar’ el terreno no es más que agudizar los sentidos. | |
Conocer el rastro o trillo de un animal o persona, escuchar | |
las alertas que hacen los animales al ver otros seres vivos o | |
simplemente orientarse en la montaña de un lugar a otro, | |
guiados solo por el sol, las sombras, el musgo y el instinto. En mi caso, nunca desarrollé tales destrezas. Provenir de | |
una ciudad nos dificultaba en general ubicarnos, en gran | |
medida porque la ciudad es cuadriculada, nada parecido | |
a las múltiples formas que toma la selva y su gigantesco | |
entramado de vida. Pero gracias a la pericia e intrepidez | |
de muchos de mis compañeros y compañeras, logramos | |
superar todas las situaciones difíciles y hacer más sencillo | |
nuestro paso por aquellas áreas, lo que en ocasiones llegó a | |
ser emocionante. En pleno inicio del proceso de paz de La Habana, la unidad | |
que me correspondía se ubicó en la región del Losada-Guayabero, territorio en disputa entre los departamentos del Meta y | |
Caquetá. Sus fronteras invisibles, y sobre todo la ausencia de | |
inversión y de responsabilidad de ambos departamentos con | |
la población, han contribuido por décadas a una controversia | |
jurídica y política, alimentada además por la disputa alrededor | |
de los recursos naturales que se han venido descubriendo allí. Como su nombre lo indica, estos dos ríos son cruciales para | |
la Orinoquía porque trazan | |
los | |
límites de | |
una región caracterizada por una telaraña de carreteras 21 que se entrecruzan y permiten la movilidad fluida y la | |
comercialización de su mayor producto de sustento, que | |
es la leche y el queso. Por supuesto, todas las vías de comunicación, puentes, escuelas y puestos de salud fueron | |
construidos por las comunidades, que son a su vez quienes | |
les hacen mantenimiento y las cuidan. Ello implica unas | |
capacidades organizativas populares que a partir de nuestra convivencia permanente con sus habitantes conocimos y ayudamos a potenciar. Las normas allí son muy claras, construidas colectivamente | |
y cumplidas conscientemente. Solo de esta manera las condiciones de vida de las comunidades mejoraron. Allí desarrollamos la tarea que por esos días nos correspondía, trabajo | |
político y organizativo que solo era posible en el contacto | |
con el pueblo y sus organizaciones. Las buenas condiciones de relacionamiento, abastecimiento y movilidad se sumaban a la sensación de tranquilidad que daba el hecho de tener tan cerca a la cordillera Oriental, que | |
siempre representaba resguardo | |
y posibilidades de traslado seguro a otras regiones. La | |
cordillera representa también aguas limpias y variadas: | |
un paisaje natural y social importante que recuerdo con | |
enorme gratitud. Ya avanzadas las conversaciones de paz, nos dispusimos a cruzar el límite de esta región para pasar a otra no | |
menos significativa, conocida como las sabanas del Yarí, | |
conformada por un ecosistema muy particular donde se | |
traduce el acumulado histórico de lucha resiliente de sus | |
habitantes, en su mayoría colonos e indígenas. Ellos han | |
construido apuestas colectivas de aprovechamiento y defensa de ese territorio, en las que la solidaridad aplicada a | |
la defensa del ambiente, la gestión en busca de desarrollo | |
e incluso la seguridad colectiva, son lo esencial. Allí el verde de la vegetación es muy especial. Kilómetros y | |
kilómetros de pasto corto y débil sobre los que se alzan amaneceres y atardeceres que nunca he apreciado en otro lugar. | |
Son pocos los lugares con árboles altos o bosque espeso. Allí | |
la insurgencia tuvo que desarrollar creatividad y destreza para | |
adaptarse a ese terreno. Uno de los mayores retos fue siempre | |
conseguir suficiente agua para ubicarse y acampar; ríos grandes | |
como el Yarí y el Tunia eran vigilados constantemente. Para | |
garantizar la permanencia y el tránsito de diferentes unidades | |
alterábamos nuestras rutinas en el cruce de una orilla a la otra. En época de invierno la sabana entera se convertía en una | |
tierra jabonosa, se fortalecían los ríos y se empozaban fácilmente pequeñas lagunas. En verano, en cambio, había que | |
aprovisionarse de agua para el camino o había que marchar | |
durante horas antes de encontrar fuentes. Fue así que conocí a | |
los míticos morichales, un grupo de palmas de Moriche similar a un oasis. Cuando nacen juntas hacen el milagroso efecto | |
de brotar grandes cantidades de agua. Aunque esa agua tiene | |
un sabor ligeramente ácido, sabe a gloria luego de una larga | |
caminata bajo el sol. Nunca voy a olvidar las historias que contaban las familias | |
campesinas y las y los guerrilleros de esa región: el paso de | |
grupos paramilitares, de narcotráfico, su posterior destierro | |
y el inicio del operativo militar más grande que se ha desatado | |
contra una insurgencia en América Latina. El Plan Patriota, | |
componente militar del Plan Colombia, empezó con desembarcos de tropas sin precedentes allí en las sabanas del Yarí. Tampoco voy a olvidar el amor que expresan los habitantes | |
por su territorio. Sus riquezas naturales y organizativas eran | |
siempre reivindicadas en sus discursos y acciones, orgullosas y | |
orgullosos de la fauna que les rodea, la halagan y enaltecen en | |
un nivel de admiración y respeto que necesariamente contagia. 22 Historias que pasaron por mi mente cuando fui elegida | |
para integrar la delegación de paz de La Habana y justo | |
en esa área, junto con otros compañeros y compañeras, | |
fuimos recogidos por un helicóptero luego de un evento | |
de pedagogía de paz en el que participaron comunidades | |
de todas las regiones vecinas. La sensación de ser partícipe del contraste histórico | |
entre uno de los periodos más cruentos de la guerra, y el | |
inicio de una etapa esperanzadora de paz que esta vez sí | |
llegó a concretarse, se potenció cuando, nuevamente en | |
helicóptero, aterrizamos allí mismo con toda la delegación de paz, esta vez para realizar la última conferencia | |
guerrillera que tomaría la decisión más importante en la | |
historia de la organización: firmar el Acuerdo de Paz con | |
el Estado colombiano y dar inicio a una nueva lucha, la | |
de la implementación del acuerdo y de esta manera hacer | |
tránsito a partido político legal. Hoy, corridos cuatro años de lucha por la implementación de lo pactado en el Acuerdo de Paz, rememorando | |
los pasos por cada región que recorrimos, las vivencias | |
y sentires inolvidables que chocan entre sí por encontrarse entre lo difícil y lo hermoso, es claro para mí que | |
el camino escogido fue el acertado. La solución política, | |
tan esquiva por décadas, es definitivamente la vía menos | |
dolorosa para el pueblo en su conjunto y para quienes | |
le apostamos a generar transformaciones en este país. Ha sido un camino complejo, tal vez más de lo que esperábamos. La violencia y la estigmatización no cesan, | |
pero en el recorrido por saldar las deudas históricas que | |
el Estado y la sociedad tienen con las comunidades sufridas y olvidadas, las mencionadas en este texto y muchas | |
otras que aún faltan, es | |
indispensable sumar esfuerzos, voluntades y acciones cada vez más plurales y variadas. Solo | |
el impulso unificado de todos los sectores que soñamos y | |
trabajamos por la paz con justicia social va a hacerla realidad. | |
Esperamos que nuestros relatos sean un aporte a la construcción de la verdad completa e integral de un conflicto que | |
debe conocerse para que culmine con un punto final de no | |
repetición. 23 mutatis | |
mutandis Indira Cerpa Granda (Con la colaboración | |
de Christian Rincón) 24 Me siento en el borde de la cama, caliento café en la estufa | |
antes de que la mañana abra y me pregunto o le pregunto | |
al vacío: ¿qué fue lo primero que perdí cuando llegué a Bogotá? Hay una frase de un libro que puede responder a esta | |
pregunta: “supe por primera vez lo que era vivir en la naturaleza, entre hombres de campo de verdad, y fue entonces | |
cuando dejé de ser ya para siempre una posible habitante de | |
la ciudad”. La frase está en El árbol, de John Fowles. Y claro, | |
sólo hasta que llegué Bogotá, después de haber pasado seis | |
años en las FARC, comencé a preguntarme realmente por | |
mi recuerdo de la naturaleza. Los animales que había visto | |
y me habían visto en esas largas noches tensas; las plantas, | |
indiferentes pero atractivas durante las marchas; los ríos, los | |
árboles, cada cosa atravesada de afecto y peligro. Todo eso | |
lo había perdido, pero conservaba ese conocimiento en el | |
cuerpo, la memoria del bosque que me ayudó a sobrevivir y | |
que ahora es una imagen quieta que sigue creciendo. ¿Y si alguien me pidiera que le contara la historia de esa pérdida? Le diría que todo empieza cuando terminó el proceso de | |
paz, pero también puede comenzar antes. Por ejemplo, con | |
la pérdida de mi nombre. Mis padres me llamaron Indira por | |
Indira Gandhi y así estuve diecisiete años, dejándome llamar | |
como me habían llamado mis padres, pero cuando llegué a la | |
selva, tuve que acoger en el rostro otro nombre. Decidí llamarme Luisa porque no tuve mucho tiempo para pensar; de | |
otro modo me hubiera puesto Julia o María del mar. Decir que | |
perdí mi nombre es algo exagerado. Ambos permanecen y | |
conversan en mí, discuten, se dejan de hablar un par de días y | |
luego se reconcilian. Ambos nombres tienen su propio camino | |
pero al final llegan al mismo punto. 25 Esta historia comienza todos | |
los días: comienza cuando me despierto en la mañana, comienza cuando escucho | |
las noticias y me enfado, comienza cuando voy de caminata, comienza cada vez que presento mi obra de teatro, comienza cada vez que llegan recuerdos a mi cabeza, comienza cuando siento que esta vida me queda grande y que no | |
voy a poder con ella, comienza cada vez que me pregunto si tomé las decisiones correctas, comienza cada vez que | |
pienso en Indira sin Luisa y me doy cuenta de que no tengo | |
sino agradecimiento con Luisa, comienza cada vez que me | |
siento orgullosa por lo que soy, por mi proceso, por mi familia, comienza cada vez que me doy cuenta que me atraviesa una lucha inacabable, el monte, la mata, la manigua. Esta historia se escribe, se reescribe y se borra. Cuando se firmó | |
el Acuerdo de Paz, yo sentí que había que empezar de cero y eso | |
significaba responder varias preguntas. Una de las más urgentes | |
era saber quién era y qué quería hacer con mi vida. Deseaba con | |
toda mi fuerza que la respuesta conciliara mi presente y mi futuro. No voy a mentir, volver fue algo abrupto, como un sacudón. | |
De pronto tenía que buscar dónde vivir, buscar a mi familia, | |
cuestionarme a mí misma, entender que la vida tiene ciclos y | |
tiempos distintos para todos. Había entendido, como las ranas, | |
que ser perfecto es haber cambiado constantemente. Si tuviera | |
que contar mi historia a través de un animal escogería sin lugar | |
a dudas a las mariposas. Por un lado, porque son una metáfora | |
viva, leve, llena de cambios y promesas; y por otro, porque cuando yo oficiaba de profesora en la guerrilla leíamos Cien años de | |
soledad. Las mariposas amarillas, sin embargo, no dejaron de aparecer. Recuerdo que ya estaba instalada en Bogotá y sobrevivía | |
como podía a la montaña rusa de emociones que funcionaba | |
en mi pecho las veinticuatro horas. Quizá por esa razón acepté viajar a Medellín para visitar a mi sobrina. Fuimos al Jardín | |
Botánico y en algún momento del recorrido se me acercaron tres mariposas amarillas. No supe qué fue lo que se movió | |
dentro de mí. El llanto se desató nudo por nudo. Para el resto de personas eran sólo eso, tres mariposas amarillas volando | |
cerca, pero yo estaba desconsolada sin saber qué emoción me | |
había atravesado de pecho a espalda, sin saber con qué palabra | |
entender ese reencuentro. Supe más tarde que las mariposas | |
monarca viajan miles de kilómetros desde el norte del planeta | |
y ponen huevos a lo largo de su ruta. Esas mariposas saben que | |
no volverán de nuevo. Cada partida es definitiva. Solo sus hijos | |
vuelven. Solo el futuro vuelve a visitar el pasado. Me dejo caer sobre la cama, miro el techo, extiendo los | |
brazos y me digo a mí misma que soy un manglar. Cierro | |
los ojos y me pregunto: ¿en qué consiste ser un manglar, | |
Indira? Es muy fácil. Un manglar nace del contacto entre | |
dos ambientes: el terrestre y el marino. Agua salada y dulce | |
que remueve el fondo; así mi mundo emocional, mi memoria, mi futuro. Nada en mí es exclusivamente dulce o salado, | |
acuático o terrestre. Avanzo por entre ese manglar que se | |
ha organizado en mi vida con los años y pienso que hay | |
una imagen que por mucho tiempo no me dejó de impactar. Era mi primera marcha larga y entre lodazales, lluvia e | |
incomodidades entendí que mi cuerpo de ciudad no estaba | |
preparado para eso. Llevar tanto peso en la espalda, caminar | |
por los bejucos, evitar el quiebre de las ramas y la necesidad | |
de tener fuerza en las piernas para poder subir pequeños barranquitos me desolaba. Era claro que me faltaba perrenque | |
y resistencia. Me preguntaba una y otra vez si iba a ser capaz de aguantar físicamente y me veía a mí misma agotada, | |
junto a un árbol, abismada de cansancio. Recuerdo estar en | |
la serranía de la Macarena y ver ese paisaje espectacular y | |
sentirme cansada para admirar la belleza de las formas y los | |
colores. Avanzo mucho más hacia el centro del manglar y de pronto | |
me siento arrebatada, triste y fatal, porque recuerdo que mataron 26 a un amigo que había ingresado conmigo a los seis meses de | |
estar en la guerrilla. Fue el primer bombardeo que viví de | |
cerca La luna sólo alumbró las primeras horas de la noche, | |
después de eso sucedió una larga oscuridad casi premonitoria. Estábamos de marcha, yo había pagado el primer turno | |
de guardia y quería irme a dormir. Sin embargo, seguimos | |
caminando, y en la pausa nos acostamos con mi socio —novio— en ropa interior. Eran las dos de la mañana cuando llegaron los aviones y comenzaron a bombardear a una de las | |
compañías que estaba cerca de nosotros. Allí, en medio del | |
estruendo, me di cuenta de que estaba en la guerra, y que ni | |
siquiera durmiendo se estaba a salvo. Ese día puse los pies en la tierra, lo que es curioso, porque las mariposas tienen el sentido del gusto en las patas y | |
yo había adquirido una nueva percepción por medio de la | |
muerte, a razón de pisar el suelo con otra conciencia. Soy | |
una mariposa y un manglar, una mariposa descansando en | |
una raíz del manglar, un manglar descansando en las patas | |
de una mariposa. Abro los ojos y veo que la mañana avanza. ¿A dónde va conmigo? Mis papás son excombatientes, tengo tres hermanas, yo | |
soy la del medio. Cuando mi mamá dio a luz a mi hermana | |
mayor, ya estaba en la guerrilla, por eso le delegaron tareas de | |
la organización desde la vida civil. Estando ahí, nos tuvo a mí y | |
a mi hermana menor, Valentina. Desde muy pequeñas estuvimos rodeadas del campo y la vida guerrillera, y a pesar de que | |
viviéramos en la ciudad, nosotras vivíamos esa vida como nuestra vida paralela. En vacaciones visitábamos a mi papá y así nos | |
íbamos dando una idea de ese otro mundo que nos esperaba. Justo cuando nació mi hermana menor, Valentina, mi papá | |
cayó preso. Era el año 2000 y nuestros fines de semana terminaron siendo visitas de domingo en la cárcel La Modelo. y sobre todo preguntarme si estaba dispuesta a dar mi vida. | |
Así estuve pensando tres o cuatro meses. Al final, tomé la | |
decisión. No volví a casa, y tampoco quise avisarles ni a | |
mi madre ni a mi padre. Imaginé que ellos asumirían que | |
me había quedado, así que comencé mi vida en la mata. | |
Aprender a ranchar, a pagar guardia, a bolear machete, | |
pala, hacer chontos, en fin. Estaba transformándome. Era | |
leve como una mariposa que ha encontrado el sitio adecuado para dejarse mover por el viento. Cualquiera puede creer que por ese motivo mi infancia fue | |
infeliz, pero yo no lo veo así. Me recuerdo alegre y festiva, | |
porque cada vez que iba a visitarlo salía con mis manos llenas | |
de regalos que nos hacían a mí y a mis hermanas. De más está | |
decir que crecí con mucha formación política y con unas ganas enormes de comerme el mundo, de conocer, escuchar y | |
compartir experiencias que enriquecieran no sólo mi cabeza | |
sino también mi capacidad de cuestionarme y preguntarme | |
cuál es mi función en el planeta y frente a la sociedad en la | |
que vivo. Cuando cumplí diecisiete años mi mamá me dijo que ella | |
quería que yo fuera a un curso de formación política en el | |
frente Antonio Nariño de las FARC. No tenía nada qué | |
pensar. A los ocho días estaba empacando mi ropa. El curso | |
duraba quince días —fueron los quince días más maravillosos de la vida— y me gustó tanto que comencé a pensar en | |
la guerrilla como una opción para mi vida. Decidí regresar a casa, pero antes de acabar el curso logré hablar con el comandante y le dije que quería estar seis | |
meses para aprender. Regresé a casa y hablé con mis papás | |
y mis hermanas, les conté que había tomado la decisión | |
de irme para la guerrilla. Toda mi familia me apoyó, me | |
dijeron que me habían educado para ser una mujer que | |
estuviera dispuesta a luchar por los intereses colectivos y | |
si mi decisión era irme por seis meses, pues me apoyaban. En esos seis meses de prueba me planteé ingresar a las | |
FARC definitivamente. Fue una decisión que pensé mucho. | |
Me preocupaba la adaptación, porque estaba plenamente | |
convencida de la lucha revolucionaria y el único problema | |
iba a ser mi capacidad de resistencia. Comencé a tantear | |
cosas a las que no estaba acostumbrada y que tenía que | |
hacer en la guerrillerada: cocinar, coser, trabajo físico, caminar, obedecer órdenes, obedecer normas y reglamentos 27 hojarasca | |
y pólvora Lidia Alape (Con la colaboración | |
de Andrés Castaño) 28 La naturaleza siempre está en medio de la guerra. Si no | |
es el río el que te da una mano, es un árbol, un animal, | |
un clima. Todos son posibles aliados en tu vertiginosa | |
carrera contra el enemigo. También esa naturaleza juega | |
rudo contra ti, de eso no hay duda, pero si conoces sus | |
secretos puedes sacar alguna ventaja. En Colombia hay | |
una naturaleza que no ha sido relatada y es justo esa, la | |
que traspasa las venas de la conflagración que tanto dolor | |
causó. En mi caso, ahora habito los bosques y sus senderos de manera distinta, casi que totalmente opuesta a | |
como lo hacía en el pasado. Es una tristeza decirlo, pero | |
cada recurso de la naturaleza, de una u otra manera, es | |
también un recurso para la guerra. Alguna vez vi cómo el río Saldaña, en el Tolima, le ayudó a | |
escapar a nuestros adversarios en ese tiempo, los paramilitares, | |
y de una forma bastante ingeniosa. Un día que el río estaba | |
bajito llegaron hasta una orilla de fácil acceso, y cada uno se | |
metió en un ataúd. Uno que se quedó en la orilla los empujó a | |
todos y los ataúdes se fueron río abajo, se los llevó la corriente | |
por un trecho largo hasta un brazuelo, como le llamamos allá | |
a las partes donde el río se pone muy bajito y se hace una especie de playa. Ahí llegaron los ataúdes y les tocó esperar unos | |
días a que lloviera y creciera el nivel del agua, querían escapar | |
de la guerra a como diera lugar, y ahí se plantaron hasta que | |
creció un poco el río y se pudieron embarcar de nuevo. Más | |
adelante podían alcanzar una orilla lejos de nuestros dominios | |
y moverse sin problema hasta un transporte seguro. Era un | |
favor que el río les hacía, de eso no hay duda. El agua no tiene | |
bando, solo sufre las consecuencias de todo el mal que hace el | |
ser humano. Esa vez ayudó a nuestros enemigos; mañana lo | |
haría con nosotros. 29 La naturaleza también es un refugio constante cuando | |
te persigue la guerra. Un refugio donde a veces estás con | |
miedo, con sueño, con hambre. No es fácil, pero los árboles, por ejemplo, te ayudan mucho. Si el río te puede ayudar | |
a escapar, unas buenas ramas de palma son perfectas para | |
acampar. Las arrancas con cuidado de que no tengan algún | |
bicho, luego las colocas cruzadas unas sobre otras y encima | |
de ellas pones tu sleeping, tu carpa, o armas la cama que | |
quieras encima, porque ya sabes que será fresco y cómodo. | |
También los helechos son perfectos para refrescar, y en el | |
caso de una caleta o una trinchera se agradece cualquier | |
sensación refrescante en medio de tanto calor. Los árboles | |
que están ahí contigo son como amigos fieles, siempre los | |
debes tener a la mano, cerquita, porque dependes mucho | |
de ellos. El que diga que no, miente. La naturaleza nos dio | |
protección y recursos para estar más cómodos, eso no podemos olvidarlo. La diferencia entre ese momento y ahora | |
es que antes yo tenía miedo. Sentía miedo armando mi caleta. Sentía miedo arrancando las hojas de la palma. Ahora | |
es diferente. No siento miedo. Estoy confiada cuando me | |
acerco a un árbol. Ya no tengo que usar sus dones para | |
esconderme ni para huir de la muerte. Había otros árboles que también nos ayudaban mucho, | |
ahora que lo recuerdo. El árbol del totumo, de donde los | |
campesinos sacan las totumitas, es un árbol bendito entre | |
los que hay en el campo. Todo el mundo en Colombia se | |
ha tomado alguna cosa en una totuma, esas vasijas vegetales | |
que sirven para beberse un guarapito, una chicha, un agua, | |
una limonada, una aguapanela, un cafecito o un canelazo. Lo | |
que sea puede uno tomarse en esas totumas, para qué. Por | |
ejemplo, en muchas fincas por las que uno pasaba y le ofrecían algo de tomar, siempre se lo daban en totumas. Siempre. | |
En el campo es un objeto esencial y por eso digo lo mismo del árbol, porque es de allí de donde las sacan. La naturaleza sabe cómo nos provee y es sabia tanto en su silencio como en su expresión y abundancia, pero hay que saber leer | |
sus ofrecimientos, sus armonías, sus posibilidades para uno. | |
Eso hace parte del respeto que se le debe tener. El pino y el eucalipto también los usábamos mucho. Con | |
el eucalipto hacíamos bebidas, sahumerios, y nos hacía sentir | |
muy bien en las noches frías. También el pino era perfecto | |
como guindo ––para colgar las hamacas o el equipo––. En la | |
naturaleza es necesario saber leer los indicios que se presentan, | |
así el provecho que le sacas a lo que tienes enfrente es mayor. | |
Si no sabes la utilidad de lo que te rodea en todo momento, | |
es muy difícil que sobrevivas en esos contextos. Hay que conocer lo que pasa a tu alrededor, la expresión correcta de lo | |
que te rodea, tener clara la sensación de lo que esa naturaleza | |
te dice. En su mensaje siempre hay advertencias y enseñanzas. Lo bueno es que ya no tengo una relación con la naturaleza en medio de la guerra. Al menos yo tengo paz. Ya | |
no me persiguen los enemigos de antes ni me acechan los | |
miedos que tenía en ese entonces. Ahora lo que tengo es | |
una gran oportunidad por delante que estoy aprovechando al máximo. Otra de las plantas que conocí en el monte | |
y me ayudó mucho fue la flor de Jamaica. Es muy rica | |
para tomársela, además de traer beneficios inmensos para | |
el cuerpo. Para qué callarlo: esa flor lo único que me ha | |
traído a mí es bendiciones. Actualmente tengo un cultivo | |
de flor de Jamaica, y así le hago un bien a la gente con | |
un producto bueno, me lo hago a mí, porque tengo un | |
trabajo que construí yo misma, y se lo hago a mi familia | |
porque tengo un lugar seguro para ellos, una economía | |
algo estable y esperanza en el futuro. Eso me entusiasma | |
muchísimo. Saber que ahora todo es diferente y estos árboles no tienen que arropar mi miedo o ser testigos de mi | |
tristeza en medio de las armas. 30 Encuentro | |
con fauna Isabela Sanroque 31 En el pie de monte de la serranía de la Macarena estaba la | |
trocha conocida como ‘Estratégica’, línea trazada con machete que bordeaba el límite entre el monte y los potreros | |
de las pequeñas fincas colindantes, lo que demarcaba, sin | |
saberlo, la frontera agrícola. Allí, después de varios combates | |
intensos, se movía una escuadra guerrillera de doce personas | |
con la tarea de indagar el posible retorno de una patrulla del | |
Ejército comandada por ‘el Sonso’, un destacado militar que | |
mucho golpeó a la guerrillerada. Caminando sigilosos, con el fusil en guardia, los guerrilleros | |
atravesaron atentos treinta kilómetros hasta que llegaron al | |
punto que les habían ordenado. Era una zona conocida como | |
‘Termales’ porque entre las cuevas formadas por las piedras | |
fluían torrentes de agua caliente. Exhaustos, y con las botas | |
empantanadas de sudor, se organizaron para bañarse por turnos con la guardia necesaria. Entre risas, fueron saliendo de | |
las piscinas naturales y se dispusieron a construir sus caletas | |
sencillas —camas hechas con materiales del monte—. En ese | |
momento, el compañero Omar se percató de la presencia de | |
una puma que los observaba desde la tranquilad de las piedras. Los guerrilleros corrieron a esconderse detrás de los árboles | |
igual que en la guerra se busca una trinchera. Sin embargo, | |
la hembra, de casi un metro y medio de largo, color marrón | |
claro, se detuvo frente a ellos con total confianza, los observó | |
altiva y despampanante y siguió su camino. La tropa se juntó | |
con los corazones acelerados para hablar de lo impactante del | |
animal. Todos habían temido un ataque predador y salvaje. | |
La tranquilidad férrea de aquella puma hembra los sorprendió | |
y les quedó en la memoria para siempre. 32 * En la arremetida inicial del Plan Patriota (2003), las compañías guerrilleras que operaban en torno al camarada Jorge | |
—‘el mono’— se desplazaron por las selvas del Caguán en | |
medio de un operativo de emboscada que, gracias a la destreza táctica del comandante, lograron sortear. Recorrieron | |
entre trillos —rastros— del Ejército y marcaron la ruta apoyándose en conocimientos empíricos de cartografía —poco | |
a poco perfeccionados— con una coordinación y disciplina | |
que fueron sus cartas de supervivencia. En la ruta se encontraron con una laguna no profunda | |
pero sí inmensa. La guerrillerada se dispuso a avanzar con | |
los equipos de más de dos arrobas sobre la cabeza para no | |
mojarlos. A los compañeros de baja estatura otra persona les | |
ayudaba en el paso, que duró aproximadamente una hora y | |
media. Al terminar el cruce, avanzaron quinientos metros | |
y el camarada Jorge ordenó ubicarse para almorzar. Todos | |
traían su ración de cancharina con carne —comida hecha de | |
harina de trigo— entre una bolsa transparente. Fueron descargando los equipos. El personal venía con la | |
ropa empapada y embarrada. Maritza, cansada pero con la | |
energía inagotable que desprende la moral revolucionaria, se | |
sentó sobre unas hojas de palma que le cortó un compañero. | |
Mientras almorzaba y conversaba sintió que algo debajo de | |
sus nalgas se movía lentamente. Se paró y examinó con un | |
palo entre las hojas cortadas. Allí estaba la peligrosa rieca, una | |
culebra de un metro de color café con manchas oscuras cuyo | |
veneno puede ser mortal. Afortunadamente, Maritza solo se | |
llevó un susto. ‘El Mono’ solía contar esta historia con mucha | |
gracia, lo que hizo que a ese lugar lo bautizaran ‘Filo Maritza’. De las doscientas setenta especies de serpientes que existen en Colombia, la guerrillerada se encontró en múltiples circunstancias con gran variedad de ellas: la colorida coral, | |
altamente venenosa y que se encuentra falsa y verdadera; la | |
equis, absolutamente temida por su capacidad de camuflarse | |
y a la cual se le conoce con los alias de ‘la pudridora’, ‘pelo de | |
gato’ o ‘cuatro narices’; la bejuquita, que aparece enredada | |
en los arbustos y no representa peligro; la boa constrictora o | |
güio, que aparece en el bello texto de El Principito y era común topársela. De tanto que ocurría ya no generaba pánico. * La gran bestia recorre los arbustos lentamente. Su nombre | |
suscita mitos e historias y es raro encontrarla. Se trata de un | |
tipo de oso hormiguero, pequeño, que al verlo produce ternura porque se parece a un oso de peluche. Estando en un campamento en el Caquetá, el compañero | |
Anderson salió con otras dos personas a una exploración. | |
Pasaron por una hectárea recién tumbada, procedimiento | |
que los campesinos realizan con frecuencia para ampliar | |
sus terrenos y sembrar sus productos y que no es nada recomendable en términos ambientales. Cerca de un tronco | |
inmenso, caído por la acción de la motosierra, estaba una | |
gran bestia, indefensa, asustada y estática. Anderson la recogió para curarla. El animalito solo movía sus dos uñas afiladas. Según las historias, estas sirven | |
para abrir cualquier cerradura. Le armaron una camita | |
en un guacal sellado con el ánimo de atenderla y luego | |
liberarla. Esa noche llovió de manera impresionante, y | |
mientras tronaba, la guerrillerada en sus caletas recordó | |
el mito que dice que al momento de los truenos la gran | |
bestia desaparece misteriosamente. Al amanecer, curiosos, | |
fueron a verificar si la criatura estaba mejor, pero había desaparecido. Anderson, como buen llanero, cree que algo especial | |
sucede con esta especie. * Después de marchar toda la madrugada en medio de un | |
operativo entre Peñas y Muriba, un grupo de guerrilleros | |
construyó una rancha de paso para preparar el desayuno. | |
Somnolienta, Isabela amasaba promasa para seis arepas, el negro Raúl atizaba el fogón y Gabriela preparaba el tinto. De | |
repente, entre el rastrojo, se aproximó un jaguar y atacó a | |
toda velocidad a una lapa que velozmente huyó a una cueva | |
en la que se sumergió. Los guerrilleros quedaron perplejos | |
ante la majestuosidad del felino, que también emprendió la | |
huida sin su presa. El jaguar es una especie afectada por la tala | |
de bosques y la cacería. A raíz de este recuerdo imborrable, | |
Isabela lleva tatuado en su piel un jaguar, que representa para | |
la cultura ancestral latinoamericana un símbolo importante | |
de poder y fuerza. * En el año 2009 la serranía de la Macarena se vio invadida por | |
roedores que se ensañaron con los equipos y los objetos de los | |
guerrilleros. Camadas enteras de ratoncitos se resguardaban en | |
los economatos y se paseaban tranquilos por encima de los toldillos instalados cada noche en las caletas. Rompían los equipos | |
de campaña elaborados en carpulón —material textil— y dejaban | |
orificios redondos y profundos porque iban por las libras de la | |
remesa. Después se rumoró que el Ejército los introdujo para | |
que dañaran las MAP —minas antipersona—, convirtiéndolos en | |
aliados a costa del impacto ambiental. Nunca se confirmó esta | |
teoría, pero ciertamente entre el fastidio y la incomodidad de | |
estos dañinos huéspedes la solución fue adoptar un gato por cada | |
compañía guerrillera. * 33 Al instalar un campamento era importante verificar no | |
tener cerca un arrieral, lugar entre el monte cubierto de | |
una especie de arena y con múltiples orificios en los cuales | |
habitaban las hormigas arrieras. Distanciarse de ellas tenía | |
una razón: se desplazan en fila india haciendo largos recorridos cargando pedacitos diminutos de hojarasca, y si | |
en medio de su recorrido se topan con un campamento, | |
sus tenazas afiladas son capaces de reducir a trocitos lo que | |
encuentren. Una magnífica obra colectiva que repercutía contra la | |
ropa, plásticos, toldillos y casas impermeables de la guerrillerada. También era frecuente encontrarse con las hormigas congas o yanabes, las más temida de todas. Aunque su | |
picadura implica un dolor fuerte que hacía aflorar lágrimas | |
y palabrotas, su veneno no resulta perjudicial para el organismo y más bien mejora el sistema inmunitario. Otro tipo | |
de hormiga era la magiña, que acompañaba la marcha guerrillera y que al entrar en contacto con la piel producía una | |
piquiña con ardor muy intensa, por eso cuando alguien se | |
refería a una persona con comportamientos molestos, solía | |
decirse que parecía una magiña. * La selva como hogar, refugio y teatro de operaciones | |
nos permitió encontrarnos con un sin número de especies, apreciarlas, adoptarlas o sencillamente compartir instantes cotidianos que ni la hostilidad de la guerra | |
pudo opacar: las luciérnagas sirvieron como linterna en | |
las pernoctadas donde cualquier luz artificial podía causar | |
la ubicación y posterior bombardeo; | |
la mantis religiosa se posaba sobre | |
las hojas, muchas veces acompañando | |
al centinela en | |
los | |
turnos de guardia. Los | |
micos llegaban por grupos entre las ramas de los árboles 34 a los campamentos a tomar comida; algunas veces los monos | |
aulladores eran la alarma de que se aproximaba gente, mientras los titís parecían burlarse de quienes los observaban. La | |
danta podía ser causa de un gran susto cuando se escuchaba | |
el sonido de su desplazamiento. Tropezar con las manadas | |
de cafuches era ver el espectáculo cómico de estos ‘cerditos | |
de monte’. * Con voz ronca y fuerte, el compañero Cristóbal saludó desde | |
el patio de casa a la familia campesina, que no tardó en salir del | |
corral donde estaban ordeñando. —¿Cómo vamos, compañero? —dijo el campesino—. ¿Se va | |
a tomar un tinto o leche fresquecita? Qué alegría verlo, hace | |
rato no venían. Por aquí por fortuna el Ejército no ha vuelto a | |
arrimar desde esa comandiada que les metieron ustedes. Viera | |
cómo me dejaron el alambrado esos plagos, hasta se me tragaron tres gallinas. Al fin chulos. —¿Cómo va todo por acá? Le recibo un tintico pa’ acompañar este Pielroja —respondió Cristóbal—. ¿Cómo están esas | |
reses? Me contaron que tuvo una racha de brucelosis —infección bacteriana que se trasmite de los animales a las personas—. | |
Qué vaina mi hermano. Yo le he dicho, apuésteles a las ovejas | |
africanas. Lo asesoro y con los muchachos le ayudamos a construir los corrales. Esa es una fábrica de carne muy berraca, en la | |
vereda Santa Cecilia la compañera Lucero tiene como veinte | |
y le ha ido bien, nomás con los encargos de nosotros para los | |
comandos pequeños ya hizo la venta. Bueno, venga le ayudo a | |
ordeñar y garlamos de política. De ese estilo era la entrada de Cristóbal a cualquier casita | |
campesina. Ingresó siendo un zootecnista y en su paso por el | |
movimiento sindical se aproximó también a las luchas agrarias. Ante los riesgos de ser capturado o desaparecido, como varios | |
de sus compañeros, se fue para las FARC-EP. En cierta ocasión encontró que la única vaca de una familia tenía un problema de huequera en un cuerno. Este mal, | |
que ataca los bovinos, es una especia de anemia y puede | |
llegar a ser mortal. Le enseñó a la campesina cómo cortar el | |
pedazo afectado con una guaya de bicicleta, sin recurrir a | |
un serrucho, porque así disminuía el riesgo de que el animal | |
sufriera una infección. Se hizo famoso por sus asesorías y | |
por sus conocimientos ofrecidos con humildad a la gente. | |
Recomendaba técnicas agropecuarias y de producción alternativas, siempre hablando desde el Programa Agrario de | |
los Guerrilleros. * No sé a dónde vayan a parar estas viñetas que me fueron | |
llegando al oído con el tiempo y las marchas. Por ahora que | |
reposen aquí, prendidas de estas nuevas superficies que una | |
vez fueron la materia o la energía de árboles, y árboles quizás volverán a ser. 35 De la ciudad | |
a la selva Suan Sánchez 36 En esa inmensidad selvática surgían nuevos nombres | |
para referirse a las cosas que se construían en ella, como | |
por ejemplo ir al baño, que se decía “va chontiar” o “vamos | |
a los chontos” ––letrinas o huecos en la tierra––. Muchas | |
veces, según la situación de orden público o el terreno, | |
íbamos a chontiar comunalmente viéndonos todas y todos las caras y eso era vergonzoso. Lo curioso era lo que | |
pasaba después de dejar los chontos, porque empezaban a | |
salir muchos animalitos que utilizaban nuestros excrementos y orina para retroalimentar sus formas de vida; entonces veías mariposas de todos los colores y tamaños, incluso | |
de alas transparentes. Recuerdo que les gustaba el sudor. | |
Cuando se posaban en la ropa yo les daba besos, pero dejé | |
de hacerlo cuando me di cuenta que a ellas les interesaba | |
estar en los chontos y ahí mismo pensé que las mariposas | |
son inspiración para los poetas y las canciones, pero también adoran esos olores fétidos que son inaguantables para | |
nosotros. También había escarabajos que hacían bolitas | |
con el excremento y se las llevaban para sus casas. Eso me | |
parecía increíble, que la naturaleza no desperdiciara nada. | |
Otro animalito que encontrábamos con frecuencia en los | |
campamentos eran las culebras, que muchas veces caían | |
dentro de los chontos, o las hormigas, que decidían hacer | |
sus caminos por ahí. De otro lado, nuestras casas (o donde dormíamos) hacían | |
parte de toda esa naturaleza que nos rodeaba. Las caletas eran | |
como unas chocitas, construidas con palos que se encontraban | |
por ahí o que directamente se cortaban. Siempre tratábamos | |
de buscar los mejorcitos sin dejar de reutilizar algunos que | |
estaban caídos; también buscábamos hojas de palma grandes | |
para amortiguar nuestra cama y para camuflar la caleta, pues | |
en caso de que nos miraran desde arriba (uno de esos aviones) | |
nos verían como matas y no identificarían nuestros campamentos. A su vez, la tierra nos proporcionaba un buen | |
colchón y protección (trincheras) por si a la aviación le | |
daba por molestar. La naturaleza en todos sus contextos es de una belleza inquietante. Dependiendo de los lugares y las circunstancias | |
esa belleza se aprecia mejor o peor. Para contar esta historia | |
hay que empezar en la ciudad: yo nací en Bogotá, me crié | |
en medio de ruidos, carros, edificios, centros comerciales y | |
uno que otro parque donde podía estar en contacto con los | |
árboles y relajarme. En medio de toda esa contaminación | |
que caracteriza a una ciudad y los múltiples conflictos que | |
hay en el país, quise cambiar mi forma de vida. Cuando | |
ingresé a la guerrilla de las FARC-EP en el 2010 me sentí | |
orgullosa por todo lo que representaba ser guerrillera; nunca | |
pensé que ese amor por mi pueblo y la biodiversidad de la | |
nación me llevaría a enfrentarme a una serie de dificultades | |
propias de una selva que nunca dejó de complejizarse a pesar | |
de su hermosura. Yo pensaba que eso era como un paseo por | |
el Parque Nacional o Monserrate. Nada más lejos de la realidad. En mi recorrido por esos territorios aprendí que la supervivencia estaba en el detalle. Encontrar una huella en el | |
suelo disperso, reconocer un olor distante, deshacer con la | |
punta de la bota un rastro. Yo descansaba y amaba con la | |
misma rigurosidad que empleaba para seguir viva. Ya no | |
podía seguir viviendo como lo hacía en la ciudad. La selva | |
me exigía otro tipo de compromisos, otra forma de entrar o | |
salir de los espacios. 37 Al principio, esta forma de dormir fue dificultosa para mí, | |
porque nunca pensé que me iba a tocar construir mi propia | |
cama, así que me llevaba mucho tiempo su construcción. Para | |
eso, había que ir a buscar los palos adecuados. A veces duraba horas y en esas búsquedas desgastantes muchas veces me | |
perdí. Cuando eso pasaba, agarraba en mis manos los palos | |
acumulados hasta ese punto y apuraba el paso. Por desgracia, | |
a veces descubría que en la madera habitaban unas hormigas | |
que mordían por todo el cuerpo, bravas porque uno les había removido su casa. Y además, la orientación cuadriculada | |
del territorio (como es en la ciudad, con calles y carreras) se | |
deshacía en la selva, pues era todo lo contrario. Entonces después de dar vueltas y no encontrar a nadie, soltaba los palos | |
y me ponía a llorar, hasta que veía esas hormiguitas cómo | |
seguían trabajando ahí delante mío, a pesar de que yo les había enrarecido su hogar. Eso me daba fuerza para llegar al | |
campamento con los palos, no completos pero llegaba, toda | |
sucia, despeinada, llena de tierra, mientras que todos y todas | |
ya habían terminado sus caletas y estaban bañados y listos/as | |
para la formación. Al baño lo llamábamos bañadero o caño y eran una serie | |
de represas pequeñas que se construían para no contaminar | |
el agua. Era toda una obra de ingeniería y servía de maravilla. Allí nos bañábamos, lavábamos ropa, equipos, toldillos, | |
cobijas y usábamos el agua para los alimentos. En algunas | |
partes solo había necesidad de construir bañadero para lavar | |
la ropa, porque había caños muy grandes y teníamos todo | |
eso para nosotros. Me acuerdo de esas pocetas, esos ríos, que | |
eran como piscinas naturales. Sin embargo, hay ríos, como | |
las aguas del Duda, que son oscuras, llenas de barro y en | |
las que no hay rocas o piedras y te hundes y te llenas de | |
barro. Muchas veces son peligrosas, ya que hay cocodrilos, | |
rayas y otros peces que no puedes ver con facilidad. Este | |
río es muy importante para la región del Meta porque sus | |
aguas trasportan productos y gente. Otro río es el Tunia, repleto de peces caribes y pirañas; la diferencia entre uno | |
y otro está en el color de sus ojos, unos los tienen rojos | |
y los otros amarillos, porque los dientes son iguales de | |
filudos. Una camarada, Martha, me decía que tocaba tener cuidado al quitarles las escamas porque después de | |
muertos te pegaban el mordisco, a ella ya le había pasado, | |
y también decían que había sanguijuelas, pero nunca se | |
me prendió una, por suerte. Otro río fue el Guayabero, | |
cuyas aguas y caños son más claros, tienen rocas de todos los tamaños y colores, pozos para bañarte y echar un | |
nado, pero en épocas de lluvia sí da miedo, porque se dan | |
las bombadas ––crecidas descomunales–– y ellas llevan | |
consigo piedras, palos y todo lo que puedan arrastrar en | |
su camino en medio de un sonido terrorífico. Muchas veces, en épocas de verano, la escasez de agua era | |
alarmante; había que duplicar el trabajo para poder conservarla | |
y cuidar de no contaminarla en el proceso de hacer nuestros | |
alimentos. Dentro de la selva, esos climas de sequías e inundaciones se sienten mucho, ya que, si hay invierno, llueve sin | |
escampar, lo que nos obligaba a ponernos ropa mojada todo el | |
tiempo, siendo difícil secarla y por eso el cuerpo se nos enfermaba. Nos salían hongos en la piel como las moneditas, nuestros pulmones eran vulnerables y a veces nos daba paludismo, | |
entre otras enfermedades. Cuando recuerdo todo esto, en mi memoria vuelven a chocar las aguas de la selva contra las piedras. Me veo ahí, en medio de esa transparencia que me abismaba hasta que el oficial | |
de servicio decía que se habían acabado los cinco minutos de | |
baño, y luego estar lista lo más rápido posible para hacer la | |
guardia, remolcar, estar en la racha ––turno de la cocina–– o ir | |
a explorar. Lo recuerdo todo, y ya no hay nadie que me diga | |
que los cinco minutos acabaron; ahora puedo quedarme en esa | |
zona de mi memoria todo el tiempo que quiera, aunque ya | |
no sea la misma agua o los mismos compromisos. Escribo esto | |
para enverdecer mi pasado, mi presente y mi futuro. 38 Hormigas | |
guerrillerasa Yira Rivera 39 La selva colombiana es el hábitat de un sinnúmero de especies animales y vegetales y el hogar de diversas comunidades humanas. Algunas de estas, por las condiciones de la | |
selva, han adaptado sus formas vida a las necesidades de su | |
entorno. Es el caso de los pueblos indígenas. También nosotros, como guerrilla, cuando operábamos en esas inmensas y espesas montañas contábamos como una más de esas | |
comunidades. Estando en la selva aprendí sobre la riqueza | |
y variedad de especies que existen, entre ellas las hormigas. | |
Conocí las arrierras, las majiñas, las varasantas y las congas. | |
Las que me llamaban la atención, por su comportamiento | |
y reacción, eran las hormigas ‘guerrilleras’. Establecían estrategias y planeaban acciones, y entre más las contemplaba | |
y pensaba en ellas más me convencía de que actuaban tal y | |
como nosotros lo hacíamos. Así como en la selva las hormigas tenían sus propias guerras, | |
Colombia tuvo un conflicto armado cruento y prolongado. A | |
mi memoria viene ahora una de las tantas historias de guerra | |
que vivimos. El 26 de marzo de 2012, a las dos y cincuenta de la | |
mañana, fue bombardeada una de las cuatro unidades del curso | |
de mandos del Bloque Oriental de las FARC-EP. Era de madrugada y estábamos durmiendo cuando el | |
guardia gritó “¡Las bombarderas!”. Apenas terminó de decir | |
la palabra cayeron | |
las bombas. Fue un momento tenso y de zozobra. Caían tan cerca que nos echaban tierra encima. Al tiempo, la espesa selva iba siendo derribada poco | |
a poco Salimos corriendo de las caletas a refugiarnos con pechera puesta y fusil en mano hacia el zanjón de un caño. 40 Solo nos quedó esperar. El ejército empezó entonces el desembarque y cesó el fuego aéreo. Para salir a desguindar —levantar las casas, recoger la cama | |
y empacar los equipos— nos movimos trecientos metros más | |
adelante a esperar señales de vida. A las seis y quince de la mañana empezaron a llegar heridos y gente disgregada. Fuimos | |
saliendo por la ruta de retirada que nos habían orientado el | |
día anterior. Luego de una hora empezamos a juntarnos con | |
las demás compañías. Allí se organizó el plan de marcha y se | |
sacaron exploraciones para verificar que no hubiera ejército | |
cerca del lugar al que íbamos a mover el grueso del personal. | |
Se ordenó la vanguardia, que son los primeros hombres que | |
reaccionan en caso de un ataque del enemigo, y la retaguardia, | |
es decir, los comandos para hostigar el ejército. También se | |
organizó el personal restante para evacuar dieciséis heridos en | |
hamacas y el resto transportar los equipos de los que andaban | |
enfermos. Fueron ocho días intensos de marcha. De seis de la mañana | |
a seis de la tarde saliéndonos del operativo militar, siempre | |
acompañados de un buey negro que habíamos conseguido el | |
día antes del bombardeo para sacrificarlo y comer. Los muchachos y las muchachas preparaban agua en los descansos y | |
le llevaban al buey. En cada comida se veía a los compañeros y compañeras rebuscar pasto, pues era muy escaso en la | |
montaña. El buey también vivió el espanto de la guerra. Fue | |
espectador de esa noche de tormento y escuchó las bombas | |
caerle al lado, y aun así se quedó en el sitio esperando que | |
algún compañero fuera a sacarlo. Leal y sereno. O eso nos pareció. Era un animal noble, todos le cogimos cariño. Al salir al | |
Frente 27 lo dejamos en una finca para que muriera de viejito. En medio de esos escenarios tan difíciles que impone la guerra, los animales también sufren y viven estas historias. Si ellos | |
pudieran hablar, contarían toda la crueldad, los vejámenes y los | |
daños que ocasiona el conflicto. Las hormigas guerrilleras forman colonias grandes y numerosas y envían siempre a algunas de las suyas a realizar | |
rastreos del territorio. Luego eligen un lugar, establecen un | |
campamento temporal y allí ponen nuevamente sus huevos. Una vez las nuevas hormiguitas nacen, la colonia se | |
desplaza y se convierten así en grupos en constante movimiento. Cuando van a moverse desarrollan incursiones | |
e instalan campamentos nocturnos para luego, al otro día, | |
arrancar la travesía. Muy similar a esa estrategia de las | |
hormigas era nuestra estrategia de guerrilla móvil. Ahora, a la distancia, me pregunto si detrás del instinto | |
feroz y solidario de esta hormiga megaponera había (hay) algo | |
más. Me pregunto de qué modo la realidad de la selva marcó | |
su evolución y la precisión de sus acciones. Trato de pensar en otras razones subterráneas por las que me siento tan | |
identificada con ellas. Trato de recordar mi cuerpo allí, en la | |
mata, sudando, mientras las contemplaba y la cabeza se me | |
iba en verlas ir y venir e ir y venir e ir y venir. Evoco con | |
cariño a estas hormigas porque me recuerdan aquello que | |
nos era común. Así parecidas eran nuestras vidas. Retomo la historia de las hormigas: puedo afirmar que, | |
así como la guerrilla trabajaba en unidad y solidaridad, | |
y sacaba a sus heridos, las hormigas guerrilleras también | |
tenían sus combates con los comejenes y también se ocupaban de sus semejantes heridas. Observé muchas veces | |
cómo estas hormigas enviaban exploraciones o comandos | |
de dos o tres a buscar al enemigo. Avanzaban hasta encontrar el nido de sus adversarios y luego se devolvían al | |
punto inicial de marcha para avisar a sus compañeras. Allí | |
se organizaban y luego emprendían el viaje en fila india | |
hasta llegar cerca del sitio estratégico. Luego se abrían | |
para rodear el nido y así se iban acercando, hasta que algunas entraban de frente y empezaba el combate. Después las demás avanzaban con el objetivo de conquistar | |
todo el nido, pero en el camino iban quedando hormigas | |
lesionadas, heridas y muertas. Las guerrilleritas empezaban entonces a evacuar a sus colegas heridas, mutiladas o | |
sin patas, mientras otras seguían combatiendo. Con el tiempo viene a averiguar que este tipo de hormigas que allá llamábamos ‘guerrilleras’ son de la especie | |
megaponera. De estas hormigas guerrilleras también dependen mucho otros animales, pues sirven de alimento, | |
por ejemplo, a los pájaros. Esto significa que no solo | |
tienen una estrategia militar, sino que apoyan a otras | |
formas de vida en la selva, igual a como sucedía con nosotros en la guerrilla, pues al interior nos protegíamos | |
como familia, como una gran colonia de hormigas, pero | |
también defendíamos el territorio de la amenaza de los | |
que querían acabar con la selva, protegíamos los recursos | |
naturales y nos relacionábamos con las comunidades y | |
con otras especies, intentábamos proteger al máximo la | |
vida y solo utilizábamos de la naturaleza lo que era necesario para nuestra supervivencia. Cuando éramos atacados nos defendíamos con fiereza. 41 Los secretos | |
para llegar | |
al monte Karen Pineda (Con la colaboración de Andrés Castaño) 42 Cambiar las rutas de llegada a mi casa o a mi trabajo y siempre, siempre, percibir con mucha atención todo alrededor: las | |
personas, sus palabras, sus gestos, sus errores, sus formas de | |
vestir. Observar atentamente el entorno significaba estar alerta a cualquier cambio repentino. A medida que hablábamos | |
yo me sentía más segura de haber tomado la decisión correcta: pertenecer a la Red Urbana Antonio Nariño (RUAN), lo | |
cual planeé como camino para llegar a hacer trabajo desde el | |
monte, un sueño que tenía desde que puse mi voluntad en | |
esto. Para mantener dos vidas adquirí principios de disciplina, | |
compartimentación y clandestinidad. El sujeto me explicó que | |
siempre debía existir una cobertura de nuestros encuentros, es | |
decir, una historia que tapara lo que en verdad hacíamos. Estas | |
coberturas, como insistía en llamarlas él, debían ser sostenibles, | |
así que aprendí a manejar verdades con mentiras y a no bajar | |
la guardia. Al caminar en la calle él andaba muy seguro, era | |
como si tuviera un GPS en su cabeza. Muchas veces me sentí | |
apenada porque no conocía la ciudad de la misma forma. A | |
los pocos días de nuestro segundo encuentro me indicó que, | |
para mantener la clandestinidad, no debíamos llamáramos por | |
el nombre de cédula. Había que escoger un seudónimo. Me | |
preguntó cómo quería llamarme. ¡No sé, bautízame! Le produjo gracia mi respuesta, lo pensó durante un instante y me | |
respondió: Andrea. Quedé un poco sorprendida, esperaba un | |
nombre como Policarpa, Mariana, Antonia. Luego me agradó | |
y lo acepté. Con el tiempo me enteraría que Andrea era un | |
nombre significativo para él. Así nos fuimos encontrando a lo largo de varias semanas. | |
Solo caminábamos, observábamos y dialogábamos, pero | |
aprendí en cada paso. Comprendí cómo la observación era | |
fundamental en este trabajo, ya que nuestra seguridad dependía de tener los ojos en todos lados. Seguro sería muy distinto | |
hacer esta lectura de indicios en la jungla, en el bosque o en | |
cualquier contexto de la naturaleza. Hasta allí quería llegar yo; | |
descifrar la madremonte como se entiende la calle. La noche anterior me costó conciliar el sueño. En mi | |
mente saltaban todo tipo de dudas acerca de aquella persona que se encontraría conmigo. Estaba ansiosa, pero por | |
fin llegó la hora y me dirigí hacia el lugar de nuestra cita: | |
la plazoleta de Unilago. Me senté en un banco y empecé | |
a observar a mi alrededor. Me preguntaba quién llegaría o | |
cómo podría reconocerlo/la. Sobre las once de la mañana | |
se me acercó un sujeto alto, de gafas extrañas y buzo a rayas. Lo primero que observé es que se veía bastante extravagante. Me saludó por mi nombre así que de inmediato | |
comprendí que era él la persona que estaba esperando. Nos | |
dirigimos a una cafetería cercana. Me sentía muy tímida, | |
pero aquel sujeto me inspiraba tranquilidad. Hablamos de | |
muchas cosas de mi vida. Quiso saber yo con quién vivía, | |
qué hacía en mis tiempos libres. Me preguntó por qué había accedido a reunirme con él. A la semana siguiente volvió a comunicarse. Nos citamos | |
en un lugar del sur de Bogotá. Durante la caminata que hicimos mantuvimos una larga conversación entre anécdotas | |
de su tránsito por la guerrilla y algunas recomendaciones de | |
seguridad. Esas normas, con el tiempo, se convirtieron para | |
mí en rutinas y hábitos casi inconscientes, como por ejemplo subirme a un bus y siempre hacerme en la parte de atrás, | |
verificar quiénes se subían, y luego bajar repentinamente. 43 Un día me explicó que él debía volver al campamento. Abrimos un correo para mí y me dijo que me escribiría cuando | |
regresara pues empezaríamos a trabajar en serio. Me indicó con | |
mucha firmeza que este correo no podía abrirlo desde mi casa, | |
ni siquiera en mi barrio, que debía ir a otros barrios lejos de | |
donde yo vivía, que al hacerlo apagara el celular, quitara la pila | |
y la simcard. Nos despedimos con un fuerte abrazo y allí empezó mi dilema entre ausencias y anhelos de asumir misiones. Pasaron semanas y no volví a saber de él. Al pie de la letra | |
seguí sus instrucciones y revisé aquel correo sin falta. Teníamos | |
un programado: debía consultar el correo en una fecha específica. Recuerdo mucho que un día iba en un Transmilenio y me | |
cogió la hora de consulta en la estación de la calle 22. Uno le | |
tiene respeto a esta zona de la ciudad, pero no tuve otra opción | |
que bajarme a buscar un café internet. En el correo no recibí | |
comunicación y sin embargo una noche estaba en casa con | |
toda mi familia, eran como las nueve de la noche, cuando sonó | |
mi teléfono. Me pareció extraño, y más aún cuando contesté | |
y un sujeto me saludó bastante amable. Traté de identificar de | |
quién se trataba. Luego me dijo Hablas con Pedro, y de inmediato supe quién estaba del otro lado de la línea. Nos pusimos | |
una cita para el día siguiente en el barrio Restrepo. Me sentí | |
tan feliz que contaba las horas para que llegara el día siguiente. | |
Retumbaba en mi mente la idea de que empezaríamos a trabajar en serio. Cuando nos encontramos me pareció curioso que | |
estaba vestido aún más extravagante que la primera vez. Lo | |
acompañé a comprar algunas prendas de vestir y acordamos | |
una nueva cita. Una de mis primeras tareas fue realizar labores de inteligencia para algunas acciones de propaganda. Inicialmente las hicimos juntos mientras yo aprendía. Él me decía | |
que para hacer una labor de inteligencia era indispensable una triada de factores tiempo-terreno-clima. El tiempo principalmente se refería a minutos, horas y segundos. 44 Debía guardar en mi cabeza estos datos, llevar un cronómetro | |
mental de los cambios de luz de los semáforos, al punto que | |
aún hoy todavía mantengo este hábito. El factor más determinante era el tiempo atmosférico. Era importante observar | |
cómo el clima, particularmente el lluvioso, cambiaba la dinámica de los escenarios, por ejemplo, en el transporte: un | |
bus que a las quince horas iba desocupado en un día soleado, | |
podría ir repleto a esa misma hora de un día lluvioso, así que | |
muchas veces, y dependiendo de la pericia de quien ejecutaba, se resolvía en el camino, o se decidía no actuar. Para estas | |
tareas la memoria y retentiva eran fundamentales. No podía | |
apuntar ningún dato, así que toda la información la llevaba en | |
la cabeza. Durante esta época aprendí a vestirme. La idea era | |
pasar desapercibidos. Siempre me ha gustado tener el pelo de | |
colores fuertes, pero durante esta época poco me tinturé. Pedro | |
me recomendaba tener buenas relaciones con las personas debido a que, en alguna emergencia, serían ellos quienes podrían | |
ayudarme. Un día me preguntó si quería participar de un curso | |
en el campamento. Inmediatamente le respondí que sí. Trabajamos algunos meses, él regresó al campamento y yo me aferré | |
a la promesa de que la próxima vez que nos viéramos traería | |
detalles del viaje. Durante el tiempo que Pedro no estaba me dedicaba a leer. | |
Trataba de instruirme en diferentes temas políticos. Teníamos | |
prohibido llevar con nosotros cualquier tipo de propaganda | |
revolucionaria, así que para prevenir acudía a la biblioteca el | |
Tintal, al occidente, en la localidad de Kennedy. Recuerdo | |
mucho que leí el libro Trochas y fusiles de Alfredo Molano. | |
Lo hice directamente en la biblioteca para no dejar ningún | |
registro de préstamo. Cuando leí el libro me sentí muy conmovida con cada una de sus páginas. En el capítulo de Melissa | |
sentí mucha empatía. Ese libro fue mi compañía en la espera y | |
anhelo de conocer la guerrilla de las FARC-EP en el esplendor de la montaña. Un anhelo al que me aferraba con fuerza. | |
Me identifiqué con la historia de aquella joven e imaginaba que seguramente a mí me pasaría algo similar, ya que ambas | |
éramos de ciudad. Pensaba cómo sufriría en las marchas, o | |
si me aterrarían los bichos que se me cruzaran. También | |
revisaba mis objetos personales y trataba de pensar cuál de | |
todos podría llevar, que me fuera útil y de paso fuera el | |
recuerdo de mi vida en la ciudad. Transcurridos algunos meses nos contactamos nuevamente | |
con Pedro. Esta vez llegó con la noticia de que conocería a | |
una nueva persona. Hasta el momento solo habíamos sido él y yo. A diferencia de la primera vez, yo estaba menos inquieta. | |
Llegamos a una panadería y allí estaba ella, una mujer de unos treinta y seis años, gafas y pelo lacio. Fue | |
muy gentil y emanaba una alegría que al parecer es un | |
rasgo distintivo entre los guerrilleros. Dialogamos un | |
poco y aunque en esos espacios yo me inquietaba al | |
ver alguna patrulla, ellos parecían estar despreocupados. Allí me dijeron que querían conocer dónde vivía | |
y de paso trabajar en algunos aspectos de formación | |
aprovechando la intimidad de la casa. Tomamos un bus | |
y nos dirigimos a mi lugar de residencia. Iba nerviosa, | |
ya que en ese momento era yo quien dirigía el camino. | |
Llegamos a mi casa, charlamos un rato, leímos algunos | |
documentos y, llegada la noche, antes de que mi familia | |
regresara, Pedro me preguntó si los podía acompañar | |
a un lugar. Por supuesto, contesté. En ese momento | |
recordé que no tenía dinero para el transporte, así que | |
les dije que me esperaran. Rápidamente fui a donde la | |
vecina a pedirle prestado. Cuando regresé, Pedro y la | |
muchacha estaban petrificados. Mi ausencia repentina | |
les había producido excesiva desconfianza, pero cuando | |
me vieron ya se relajaron. Continuamos trabajando en diferentes tareas. Recuerdo | |
que era fin de año y se llegó el momento de ellos regresar | |
al campamento. Me informaron que en enero o febrero | |
se comunicarían para coordinar mi viaje. Esa noticia me | |
llenó de alegría. Claro, yo no pretendía romantizar la vida | |
guerrillera. Por las historias de Pedro alcanzaba a tener una | |
idea de lo cruda que es la guerra, pero creía abnegadamente | |
en que quería contribuir en aquella lucha armada. Llegó | |
enero y no sucedió nada. Transcurrió febrero y solo recibí una información de que mi viaje se había tenido que | |
aplazar. Me sentí desanimada. Luego de unos meses Pedro | |
se contactó de nuevo y acordamos una cita. Durante esta | |
visita estuve más insistente en mi decisión de integrarme al | |
movimiento guerrillero. Trabajamos un tiempo hasta que | |
llegó un lunes que no olvidaré jamás. Me contactó el compañero que me había citado al encuentro inicial con Pedro y me hizo saber que a Pedro lo habían | |
capturado. En ese momento mi cabeza quedó en blanco. El | |
miedo invadió mi ser, y más después de escuchar los detalles | |
que me informó el compañero. Él también estaba inquieto | |
por su seguridad. Sabía que había estado desempeñando tareas más comprometedoras, además de que podría ser una | |
ficha clave en el proceso penal de Pedro. Dialogamos, le | |
indiqué todos los detalles y le dije que yo me encargaría | |
de limpiar el espacio que a él podría comprometerlo. Así | |
acordamos. Sin llamadas, sin correos. Solo nos pusimos una | |
cita en un lugar específico con la advertencia de que, si él o | |
yo no llegábamos, debíamos acudir a otras instancias. Me dirigí al lugar donde estaba el material. Aquel día | |
mi agudeza visual estuvo más atenta. El corazón me latía con toda. Sentía unos nervios terribles, pero iba con la | |
seguridad de que al cumplir la misión ayudaría a los dos | |
camaradas. Logré deshacerme de todo sin contratiempo | |
y siguiendo las instrucciones de Ojitos al pie de la letra. 45 Luego me dirigí al lugar de la cita. Cuando nos encontramos el alma me volvió al cuerpo de saber que al menos | |
en ese momento él estaba bien. Me sorprendí al ver cómo | |
cambió su apariencia. Aún estábamos inquietos, pero nos | |
despedimos cariñosamente y prometió contactarse nuevamente. Al poco tiempo, cuando nos encontramos otra vez, | |
me notificó que ya tenía noticias del paradero de Pedro. | |
Esa vez tomamos un café y ya más tranquilos recordamos | |
aquel día que denominamos lunes negro. Hubo tres oportunidades para subir al campamento. Siempre sucedía algo y se frustraban los planes. Pedro luchaba | |
por salir de la prisión. Nosotros lo acompañamos y apoyamos en ese tránsito porque continuamos bajo su mando a | |
pesar de no tener comunicación con la organización. Así | |
duramos un par de años. De un momento a otro empezó a hacerse público el | |
acercamiento entre la delegación de paz del gobierno y las | |
FARC-EP. Estos acercamientos posibilitaron que aquella | |
añoranza por emprender el viaje a la montaña se hiciera | |
realidad. Inicialmente la intención era enviar al camarada Ojitos a la X Conferencia para establecer algún acercamiento, pero no fue posible. Dos meses después Pedro | |
coordinó todo para que pudiéramos viajar a las sabanas del | |
Yarí en el marco de las vigilias por la paz de noviembre de | |
2016. Al ser un espacio de convocatoria abierta, fue más | |
fácil nuestro traslado. Aquella noche emprendimos un viaje de casi doce horas. Íbamos con los civiles que participarían de la vigilia. La felicidad invadía mi ser. De una u otra | |
forma iba a realizar el anhelado viaje, lo que tanto había | |
esperado. Llegamos a San Vicente y abordamos una chiva. Allí empezó realmente la travesía. Admiraba cada paisaje, me maravillaba con las montañas y recordaba todas las veces que 46 miré los cerros orientales en Bogotá anhelando habitar la | |
espesura de la selva. Fue un viaje bastante largo y desgastante. Llegamos sobre la media noche cansados de transitar | |
aquellas trochas. Nos recibieron los guerrilleros y nos ubicaron en las caletas. Yo estaba muy emocionada y aterrada | |
de ver cómo la espesura de la noche se robaba cualquier | |
rayo de luz. Estaba tan cansada que caí profundamente. No | |
me quedó tiempo para temer que algún bicho se hubiese | |
metido en mi toldillo. A la mañana siguiente subimos al casino y desayunamos. Había guerrilleros en todo el espacio. | |
Todos tenían en sus ojos un brillo de esperanza y dignidad | |
y estaban organizados para atender a los civiles convocados | |
a la vigilia. Queríamos hacer contacto y presentarnos con el | |
camarada Carlos Antonio Lozada. Yo estaba bastante nerviosa. En ese instante recordé la descripción que Arturo Alape hizo de Lozada en su libro sobre | |
el paro de 1977. Claro, también tenía la referencia de él en | |
algunos documentos y videos de la organización, pero en | |
ese momento vinieron a mi mente las palabras del periodista. | |
Mientras Ojitos hablaba con él sobre la situación judicial de | |
Pedro, yo esperaba inquieta. Luego de un rato el camarada | |
Carlos nos mandó a llamar para conocernos. Nos saludamos | |
y estrechamos las manos con gentileza y fraternidad. Luego | |
se despidió con un ¡listo camaradas!, y nos conectó con otra | |
camarada y así restablecimos la comunicación nuevamente. | |
Nunca más lo volví a ver en persona. De alguna manera, lo | |
más importante era lo menos importante. Estaba en el monte, | |
en la montaña, participando en mi lucha y eso valía más que | |
cualquier cosa. Sentía que no sólo me habían esperado otros | |
compañeros con sus historias, sino también los árboles, el río, | |
el aire cálido que los envuelve. Llegar allí y comprender que | |
la esperanza tenía que ver con el color de las hojas y la transparencia de las aguas fue una revelación vital, y mi lucha se | |
fundamentó aún más, como si ver la sonrisa de la naturaleza | |
me mostrara los cimientos de la revolución en el porvenir. Nuestros años | |
en la mata Gregory Morales 47 Mi ingreso propiamente a las filas guerrilleras ocurrió | |
dos años después, en diciembre de 2001, y fue junto a mis | |
otros dos hermanos y mi hermana. El menor, Raul Ernesto, cayó en medio de un combate en el año 2003. David | |
––mi hermano del medio––, junto a mis padres, fueron | |
encarcelados en el desarrollo de misiones en la ciudad de | |
Bogotá. Alejandra, enfermera durante muchos años en la | |
guerrilla, luego de la firma del Acuerdo de Paz en 2016 fue | |
beneficiaria de una de las becas de medicina ofrecidas por | |
el pueblo cubano. Pero esta es mi historia familiar. Y quizá | |
daría para escribir un libro, lo que será después, porque | |
ahora se trata de contar mi relación con la naturaleza. * Cuando empezó este ejercicio con el Instituto Caro y | |
Cuervo y el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, creí | |
que sería algo relativamente sencillo: describir lo que había | |
experimentado en mis años de vida guerrillera en los diferentes parajes de nuestra geografía; contar sobre nuestro relacionamiento insurgente con la naturaleza; detallar nuestros | |
años en la mata. Error garrafal, porque en el recuerdo son | |
tal el cumulo de memorias que resulta interminable hacer un | |
retrato eventual de aquella exuberancia de nuestra naturaleza | |
que tuvimos el privilegio de vivir. Lo primero que me apunté fue lo siguiente: este ejercicio lo | |
estamos realizando gracias al principal acontecimiento en la | |
historia reciente de nuestro país, la firma del Acuerdo de Paz | |
entre el Estado colombiano y la insurgencia de las FARC-EP | |
despues de cincuenta y tres años de confrontacion armada. Luego pensé en la idea de sosiego y en la relativa tranquilidad de la vida civil como oportunidades para hacer memoria | |
y evocar aquellos parajes y paisajes que me sirvieron como | |
casa, que me dieron abrigo, que fueron nuestro refugio. Mi nombre es Carlos Villarraga o Gregory Morales. Gregory por el infortunio de una broma; el Morales porque | |
no tenía apellido cuando llegué a Cuba y allí fue necesario | |
identificarme con uno. Soy bogotano de nacimiento, tengo | |
cuarenta y dos años y la mitad de ellos los pasé en la lucha | |
armada. Ingresé a las FARC a finales de 1999 en la estructura | |
Movimiento Bolivariano por la Nueva Colombia, esto al | |
tiempo que desarrollaba mis estudios de Ciencias Politicas | |
en la Universidad Nacional de Colombia. Para contextualizar, esta fue la época de los Diálogos de paz en El Caguán | |
(Caquetá), otro de los intentos por sacar adelante un proceso de paz que pusiera fin al conflicto social y armado que | |
durante décadas se desarrolló en Colombia. Este intento se | |
frustró debido a la falta de voluntad política del gobierno | |
de Andrés Pastrana, quien utilizó el periodo de diálogos | |
para hacer reingeniería de las Fuerzas Militares y lanzar | |
una operación militar de largo aliento con la intención | |
de acabar con la insurgencia por la vía militar. Fue otro | |
fracaso total. 48 Pero este cierto sosiego ocurre en medio de las dificultades | |
de la reincorporación, de la falta de voluntad política para su | |
implementación, del asesinato sistemático de firmantes de la | |
paz que ya asciende a 254 compañeros, lo que se constituye en un nuevo genocidio político. En este panorama, para | |
algunos desalentador, para otros la muestra palpable de una | |
perfidia, para nosotros, la gran mayoria, la esperanza aún de | |
un camino de transformación y búsqueda del sueño de paz | |
del pueblo colombiano, ¿cómo convencerme de la importancia de recordar las geografías? * La naturaleza y sus paisajes no eran ajenos para mi. Sin | |
embargo, llegar a vivir allí sí fue una experiencia asombrosa | |
y nueva. Tuve que volver a aprender a caminar, a escuchar, | |
a ver, a oler y a ser uno solo con la naturaleza. Fue volver a | |
nacer, por decirlo de otra manera. Mis dos hermanos y yo llegamos a un campamento | |
denominado el Nuche. Allí tarde o temprano uno resultaba | |
con este bichito desagradable dentro del cuerpo. El campamento | |
estaba ubicado en la entrada de lo que se conoce como las sabanas del Yarí, en el departamento del Caquetá, un clima de 37 o | |
38 grados a la sombra donde desarrollamos nuestros primeros | |
entrenamientos, nuestras primeras charlas, nuestras primeras | |
caletas, nuestras primeras experiencias como guerrilleros. Lo primero que te quedaba claro era que la naturaleza te | |
proveia de la mayor parte de las cosas para tu “comodidad”: | |
el agua, las hojas para la caleta, la madera para las diversas instalaciones, el refugio para nuestros campamentos. Aprendías | |
que la selva era nuestra casa, por tanto la cuidábamos. | |
Sabíamos, desde un principio, que su preservacion era la | |
preservación de nuestra propia vida. Luego de un periodo corto en estas sabanas nos desplazamos a las cabeceras del municipio de la Uribe, donde nos posicionamos para avanzar sobre el cañón del río | |
Duda en dirección al páramo del Sumapaz. Para esa fecha | |
los diálogos de paz del Caguán estaban próximos a terminar, | |
igual que la zona desmilitarizada establecida para tales efectos. | |
Allí empezamos a descubrir por qué en nuestro país la naturaleza y las guerrillas están tan estrechamente ligadas, es decir, | |
la geografía colombiana se presta como ninguna otra para la | |
supervivencia de cualquier grupo guerrillero. Saliendo de la Uribe nos recibió el imponente cañón del | |
Duda, bañado por el río, las cordilleras inmensas a lado y lado. | |
(En aquel lugar ocurrieron los primeros diálogos de paz y | |
se llegó a los primeros acuerdos en 1984, bajo el gobierno | |
de Belisario Betancurt. Es un cañón majestuoso, y también | |
cargado de historia.) En la subida de estas lomas nos encontramos con un terrero conocido como ‘El engaño’, porque | |
uno terminaba de subir una revuelta y aparecía la siguiente, | |
era un filo con casi ¡cien vueltas!, destapado, el sol castigando | |
nuestros cuerpos a plenitud. Allí, incrustada en este sistema | |
montañoso, está una de las lagunas maravilla que el conflicto | |
ha impedido descubrir, la laguna del Oso. Subiendo estas lomas y filos empecé a darme cuenta que ser | |
guerrillero era un ejercicio diario de imponerse a las dificultades de la marcha y adaptarse a las circunstancias impuestas por | |
la naturaleza. También comprendí con dolor que el guerrillero | |
solo debe cargar lo necesario. Como decían mis compañeros, yo | |
era ‘checherero’, me gustaba cargar de todo. En aquella marcha | |
hacia el páramo llevaba entre mis cosas una bolsada de piedras | |
para tallar, quizas imaginando plasmar en ellas alguna de mis vivencias en forma de dijes. Pero mi deseo de dijes duró lo que | |
tardamos en subir y bajar el primer filo, porque al terminar ese | |
tramo de la marcha, retrasado como iba, saqué el poco de piedras | |
del equipo y las regresé a donde pertenecían: el fondo del río. 49 * La relación del movimiento guerrillero con la naturaleza | |
se remonta a su propio nacimiento. Siempre ha intentado | |
ser una relación simbiótica, es decir, una relación de estrecha | |
convivencia entre seres vivos de distinta especie con el fin de | |
producir algún fruto. Del páramo a las llanuras, de las riberas a | |
las cúspides, nuestra relación con los diferentes escenarios naturales pasó por el respeto, por tratar de hacer el menor daño | |
posible a estos espacios. La naturaleza siempre nos cobijó, nos | |
dio abrigo y protección, muchas veces alimento, era nuestra | |
gran casa y en la medida de nuestras posibilidades, a pesar del | |
peligro, procuramos honrarla. Quizá por eso cabe decir que, luego de la firma del acuerdo, | |
y tras la salida de las diversas unidades de las selvas, la deforestación en aquellos lugares creció desmesuradamente. 219.973 | |
hectáreas de bosque han sido arrasadas según leí hace poco. Muchas cosas se me quedan sin nombrar. Comprobé, | |
sin embargo, que aún me perduran recuerdos de lo que | |
allí vivimos, y eso me hace seguir anhelando que algún | |
día, en nuestra patria, sea posible una paz completa, una | |
paz que le permita a las nuevas generaciones disfrutar de la | |
multiplicidad de colores, de la diversidad de climas y de la | |
exuberancia de nuestra naturaleza. Ojalá ese día nos llegue | |
más temprano que tarde. Puedo decir ya, sin vacilaciones, que los lugares que | |
más me gustaron visualmente fueron los diversos paisajes del páramo del Sumapaz: sus aguas cristalinas y puras, | |
sus frailejones inmensos, sus interminables caminos que | |
como laberintos hacían perder hasta al más vaquiano. Allí | |
tendré que volver algún día. Algún día, en circunstancias | |
diferentes, quiero disfrutar de su inmensa paz. 50 MUCHA LORA | |
HE DADO | |
EN EL RÍO GUAYABERO José William Parra (Con la colaboración | |
de Andrés Castaño) 51 Nuestro trabajo era mantener arregladas y funcionando | |
a la perfección todas las marraneras que había. Aunque | |
trabajábamos con esmero, también le echábamos ganas | |
al juego, y nos revolcábamos en el fango a cada rato, con | |
todo y ropa, y jugábamos ahí por otras partes, hasta que | |
nos íbamos al río a lavarnos, de nuevo con ropa y todo, y | |
esos chiros los dejábamos orear para luego subir otra vez | |
a reportarnos antes de que nos cogiera la noche. En esos | |
caminos asustaban mucho. Era un secreto a voces que había espantos, sobre todo por la garita de El Ahorcado, la | |
cual estaba muy cerca de nuestro territorio habitual de | |
juegos y actividades. Una vez se nos hizo un poco más | |
tarde que de costumbre. Al regresar por el sendero que | |
siempre tomábamos una voz nos dijo desde el fondo de la | |
oscuridad: ¿Ustedes para dónde van?, y nosotros respondimos, casi en coro, pero nadie nos contestó, entonces | |
alumbramos en todas las direcciones con las linternas y | |
no encontramos nada. ¡Salimos corriendo como alma que | |
lleva el diablo! Así estuve por un periodo de seis meses y cuando culminé | |
mis cursos en Casa Verde me trasladaron al Vichada. Era también un territorio fuerte, con muchos intereses en pugna, con | |
economías y negocios y fuerzas en choque, y nosotros teníamos que regular muchas actividades para que no se desbocaran y acabaran con la naturaleza y los recursos que esta nos | |
ofrecía para subsistir. Por ejemplo, mucho campesino aserraba flor morado para vender en Villavicencio y Bogotá, pero | |
ya era demasiado, y eso nos tocó entrar a controlarlo un poco | |
para que no acabaran con el bosque. Los colonos y algunas | |
tribus indígenas también utilizaban métodos de pesca como | |
la dinamita o el barbasco, que son nefastos para la fauna de | |
los ríos y que van acabando con todo. Eso tuvimos que prohibirlo. Los indígenas siempre eran más difíciles que el resto, | |
más tercos, no era fácil hacer pactos con ellos, pero finalmente | |
algo se lograba. Recuerdo que había una tribu que era caníbal. A los ocho años empecé a andar por la zona del río Guayabero. Ingresé chiquitico a las FARC. Duré un par de años | |
encampado —en tránsito por los campamentos— y conocí | |
sus árboles, sus animales y su territorio como un hijo más de | |
aquella naturaleza profunda. Mucha lora he dado yo en el | |
río Guayabero. Allí tuve mi escuela y aprendí a moverme en | |
territorio agreste. Cuando tenía unos quince años me llevaron a Casa Verde, | |
el famoso campamento de las FARC de finales de los años | |
ochenta. Llegamos un grupo de doce con la misma edad | |
porque nos darían unos cursos. Los jefes de jefes estaban allí | |
y eso nos generaba nervios y expectativa. Justo Manuel y | |
Jacobo fueron quienes nos recibieron con gran entusiasmo | |
y nos contaron brevemente algo sobre el lugar, nuestras tareas asignadas y lo que veníamos a aprender. Estar con ellos | |
era casi un sueño cumplido para muchos de nosotros que | |
estábamos desde temprana edad en la guerrilla. 52 Si alguien les daba papaya se lo tragaban. A nosotros no | |
nos hacían nada, antes nos contaban de sus banquetes, algo | |
que nos producía curiosidad y asco. También nos tocaba | |
regular la cacería de chigüiros, dantas, cajuches —mamífero omnívoro parecido a un pequeño jabalí—, venados. La | |
gente no tenía llenadera. Si no se les decía que se calmaran | |
con el tema de la cacería extinguían una especie en poco | |
tiempo, y eso a la final afectaba a toda la gente de la región. En ese territorio tan grande nos movíamos en puras | |
motos venezolanas, nos tocaba estar de aquí para allá con | |
el objetivo de controlar todo lo que pasaba. En esa zona | |
también había muchos espantos. Estaba la Madremonte, | |
el Silbón, la Bola e’ fuego; esta última era la que más pavor me daba. Yo al principio cuando llegué a esa zona no | |
creía, pero la noche que la vi fue una cosa muy berraca. Se | |
dejaba venir desde lejos hacia donde estaba uno y crecía | |
hasta que iluminaba todo, y si usted se ponía a rezar era | |
peor, se crecía más. Ahí lo que tocaba era maldecir a esa | |
bola, ponerse a decirle groserías, malas palabras, y entonces ella se apagaba lentamente y se iba yendo a otra parte. | |
Eso es verdad. Eso yo lo viví junto a otros compañeros. Luego me devolvieron para la zona del río Guayabero | |
como el buen hijo que vuelve a casa. Eran mediados de | |
los años noventa. Para entonces el auge de la madera en | |
aquel territorio era impresionante, cada pieza de cedro | |
macho o flor morado, o de cedro chuapo o de amarillo, la | |
pagaban a diez, doce mil pesos, un precio muy alto; entonces a la gente le quedaba plata y todos querían un pedazo de esa bonanza. Los colonos y los madereros locales | |
ya tenían un sistema de transporte por el río Guayabero | |
y una organización compacta para mover sin problema | |
la madera que querían. Lo hacían a través de balsas hechizas construidas con tambores de gasolina de cincuenta y cinco galones. El ingenio de la gente da para todo. 53 Alineaban los tambores colocándoles guamas encima y | |
los amarraban entre sí, y el resultado era un riel flotante | |
larguísimo, cuarenta, cincuenta o más tambores amarrados, y encima le colocaban toneladas de madera, muchas, | |
y dos lanchas pequeñas, una a cada lado para escoltar esas | |
balsas hasta el raudal del río Guayabero, que es muy famoso porque es muy bravo, trae mucha fuerza. Ahí cambiaban de transporte, quitaban las maderas de las balsas | |
hechizas y las colocaban en lanchas con motores potentes, y así hasta Puerto Concordia, o a otros puertos, porque había varios lugares, y ahí la empacaban en camiones | |
y directo para Bogotá o Villavicencio salía esa madera. Era un mercado montado y estaba volviendo añicos el | |
bosque. No les importaba destruir más árboles cuando talaban ni tampoco reforestar, entonces nos tocó intervenir | |
a nosotros. Por cada árbol que tumbaban tenían que sembrar cien. Algunos cumplían las órdenes, otros no. Todo | |
eso generó una serie de normas estrictas a las que nos tocó | |
recurrir para que la gente cumpliera. El castigo era ponerlos a trabajar en las carreteras que nosotros abríamos para | |
conectar la región de La Macarena con San José. Al que no | |
acataba lo llevábamos y lo poníamos a que ayudara a abrir | |
monte, a aserrar, en fin, eso lo que había era trabajo. Llevábamos grupos de cincuenta, ochenta personas, y a todos | |
les poníamos oficio, les dábamos comida y dormida. A los | |
que bebían alcohol, por ejemplo, un lunes o un martes, | |
también nos los llevábamos para alejarlos del vicio. De todas maneras, a pesar de todo ese esfuerzo, siempre era una | |
tensión constante con los colonos en ese auge de la madera | |
que fue tan intenso y que duró unos cuatro, cinco años. Sin temor a equivocarme, le puedo decir que el más afectado en todo eso fue el mismo río Guayabero. La gente | |
cortaba muchos árboles de la orilla y el nivel de las aguas, | |
con los años, fue mermando. Se lo digo yo que conocí toda la zona en los años ochenta, y una década después ya | |
todo era diferente, menos agua y menos vegetación para | |
nutrir el río. Tras el auge de la madera llegó a la zona el auge de la coca. | |
Eso también fue duro, porque los colonos y los campesinos se agarraron a sembrar coca por todo lado y nos tocó | |
regular la actividad de la gente. Si sembraban una hectárea | |
de coca, tenían que sembrar de dos a cinco hectáreas de | |
comida. Alguna gente cumplía, otra no tanto. También les | |
hicimos sembrar árboles de caucho, eso lo recuerdo mucho. Y fue una especie de premonición para cuidarlos a | |
ellos, porque apenas la fumigación aérea de los cultivos | |
llegó, la coca se mermó muchísimo y fue necesario vivir | |
de otras cosas. De lo poco que quedó bien parado en ese | |
entonces para seguir trabajando fue el caucho. Esos árboles | |
le dieron oxígeno a la economía y no dejaron que la gente | |
se resintiera tanto por las pérdidas de los cultivos de coca. A pesar de que siempre tratamos de proteger la naturaleza, el río, los animales y en general los recursos que tenía | |
la región del Guayabero, no era una tarea sencilla. El conflicto de intereses, el dinero y la depredación son fuerzas | |
constantes que anudan este problema, y la única forma de | |
controlarlo es conocer lo que allí sucede, saber el lenguaje | |
que habla su gente y el mismo bosque, y buscar alternativas que protejan la vida. Porque la vida y la memoria de | |
la naturaleza es lo que convulsa la tierra colombiana, la | |
memoria del territorio y la vida de sus pobladores. Mi existencia y mi propio relato están ceñidos al río Guayabero, y | |
cuando vuelven a mi mente el poder de sus aguas, el sonido | |
de sus fuerzas, siento que toda trocha caminada, que toda | |
presión causada, no fue en vano con tal de proteger ese | |
torrente vital que cruzará para siempre el mapa de mis días. 54 UN LECTOR | |
DE LA | |
NATURALEZA Laura Torres Cano Naturaleza | |
común Relatos de no ficción de excombatientes para la reconciliación 55 |